Nuevamente Brasil: el país de la Samba, el futbol y la alegría.
Y nuevamente Brasil. Como les había comentado, luego de un merecido descanso en Colombia, reponer energías y sobre todo reponer ánimos, llego junto con Rocinante a la ciudad de Río de Janeiro, para empezar desde este punto, la ruta con destino hasta los confines de nuestro continente, allá lejos en la tierra del fuego.
Una fuerte impresión. Esa fue mi primera sensación al ver desde los aires esta bella ciudad. Sus islas, sus montañas, y sus grandes edificios inmersos dentro de una curiosa y muy bella geografía.
A la llegada a esta megalópolis, fui recibido por Daniel e Inglid, un matrimonio brasileño amante del cicloturismo, que juntos ya han dado una buena pedaleada por algunos rincones de nuestro continente. Para empezar; una vuelta por la ciudad, los principales puntos de interés, y unas ricas tapiocas (una rica comida local) y así ir entrando en confianza.
Inicialmente, tenia pensado quedarme por estos lugares unos cuatro días, pero me quedé maravillado e impresionado y decidí alargar la estadía a ocho días, pués definitivamente son muchas las cosas para ver, y las vistas para disfrutar: El Cristo Redentor, Pan de Azucar, fortalezas construídas para evitar invasiones enemigas, y en fin. Río de Janeiro tiene panoramas y actividades para todos los tipo de viajeros, desde los mas alocados hasta los intelectuales interesados en la historia y la cultura local. Todo este tiempo fuí muy bien tratado en casa de Daniel e Inglid, buen tiempo para compartir, planificar rutas y escuchar de sus vivencias en Brasil.
Una fuerte impresión. Esa fue mi primera sensación al ver desde los aires esta bella ciudad. Sus islas, sus montañas, y sus grandes edificios inmersos dentro de una curiosa y muy bella geografía.
A la llegada a esta megalópolis, fui recibido por Daniel e Inglid, un matrimonio brasileño amante del cicloturismo, que juntos ya han dado una buena pedaleada por algunos rincones de nuestro continente. Para empezar; una vuelta por la ciudad, los principales puntos de interés, y unas ricas tapiocas (una rica comida local) y así ir entrando en confianza.
Inicialmente, tenia pensado quedarme por estos lugares unos cuatro días, pero me quedé maravillado e impresionado y decidí alargar la estadía a ocho días, pués definitivamente son muchas las cosas para ver, y las vistas para disfrutar: El Cristo Redentor, Pan de Azucar, fortalezas construídas para evitar invasiones enemigas, y en fin. Río de Janeiro tiene panoramas y actividades para todos los tipo de viajeros, desde los mas alocados hasta los intelectuales interesados en la historia y la cultura local. Todo este tiempo fuí muy bien tratado en casa de Daniel e Inglid, buen tiempo para compartir, planificar rutas y escuchar de sus vivencias en Brasil.
Definitivamente, las costa brasileña es una de las mas bellas de todo el recorrido
Muchos buenos consejos recibí en Río de Janeiro para planificar el recorrido de esta parte de Brasil, y en consideración de éstos, es que emprendo rumbo sur por la costa.
La salida fue larga, sin embargo me llevé una muy grata sorpresa, ya que la ciudad tiene una interesante red de ciclovías, pude salir tranquilo y sin los nervios de punta como normalmente acontece en estas selvas de concreto.
Avancé y avancé hasta llegar a unas tranquilas playas ya bien lejos del ruido de las grandes urbes. Y luego de instalar mi carpa a orillas del mar, dormí.
Así es como comienzo este nuevo recorrido por Brasil un país al cual siempre me es muy grato volver, por su gente, su carisma, y las nuevas caras de su diversa cultura.
Ya en la segunda jornada de viaje, y casi por obligación, mis pedaleos me llevaron hasta una traficada carretera costera. La tranquilidad se esfumó, sin embargo los bellos paisajes se mantuvieron. En estas zonas, la carretera va por una linda cadena de montañas que provee de bellas vistas, con cascadas, cavernas, y sobre todo de innumerables islas que cubren el paisaje costero. En este día llegué hasta la localidad de Mangaratiba, rodeada de montañas por un lado, y mar por el otro. Allí me hospedé en los bomberos, poniendo mi carpa en un terreno trasero, y además conocí a un personaje a quien de verdad considero un buen amigo: Guaraci, un bombero con una particular historia de superación.
Al día siguiente, muy temprano por la mañana me preparo para seguir camino, pero el seguir mi camino no era el rumbo trazado para esta jornada. Una lluvia que no paró en todo el día me hizo quedarme en el lugar y con un muy interesante propósito: escuchar la historia de Guarací.
Nos dirijimos hasta su casa a tres cuadras, con Rocinante y todo, y luego de sentarnos en el piso comienza su relato. Se me pusieron los nervios de punta al escuchar de esas duras vidas, tan comunes en Brasil, así como en el resto de Latinoamerica. Guarací fue un menino de rua (un niño de la calle) y posteriormente drogadicto por mas de veinte años. Abandonado por sus padres, y solitario, ha sabido permanecer en sus principios. Conversamos por largas horas, hasta ya entrada la noche y ese tipo humilde me hizo pensar en cosas que hasta antes nunca me había preguntado, y aún más, cosas que juzgaba duramente. La drogadicción. Siempre escuche la historia que quienes lo hacían era porque querían, y que salían en el momento que lo decidieran. Esta vez la historia era diferente, un hombre que sufría, grandemente angustiado y prisionero en una carcel de humo y polvo, de la cual salía para luego volver a entrar. En estos momentos se encontraba sano, ya mas de un año sin consumir.
Nunca había visto el flagelo de la drogadicción desde esta perspectiva, ser alguien que no se quiere ser, luchar y no poder cambiar, hasta caer rendido, luchar por abandonar esa muerte lenta y no poder. Creo que la gran mayoría de drogadictos no quieren ser un despojo humano, pero el salir sencillamente no les es permitido. La droga es una muerte lenta y dolorosa, que come lo mas querido, partiendo por el trabajo y muchas veces terminando con la familia. Pude sentir algo de admiración por Guarací, ha conseguido dejar de lado esa dependencia y ahora la vida le sonríe.
Los siguientes días fueron mas tranquilos, aproveché de descansar casi una semana en Isla Grande, rodeado de bellas playas y simpática gente, en definitiva un lugar muy agradable, tanto que me quedé muchos más tiempo del planificado.
La salida fue larga, sin embargo me llevé una muy grata sorpresa, ya que la ciudad tiene una interesante red de ciclovías, pude salir tranquilo y sin los nervios de punta como normalmente acontece en estas selvas de concreto.
Avancé y avancé hasta llegar a unas tranquilas playas ya bien lejos del ruido de las grandes urbes. Y luego de instalar mi carpa a orillas del mar, dormí.
Así es como comienzo este nuevo recorrido por Brasil un país al cual siempre me es muy grato volver, por su gente, su carisma, y las nuevas caras de su diversa cultura.
Ya en la segunda jornada de viaje, y casi por obligación, mis pedaleos me llevaron hasta una traficada carretera costera. La tranquilidad se esfumó, sin embargo los bellos paisajes se mantuvieron. En estas zonas, la carretera va por una linda cadena de montañas que provee de bellas vistas, con cascadas, cavernas, y sobre todo de innumerables islas que cubren el paisaje costero. En este día llegué hasta la localidad de Mangaratiba, rodeada de montañas por un lado, y mar por el otro. Allí me hospedé en los bomberos, poniendo mi carpa en un terreno trasero, y además conocí a un personaje a quien de verdad considero un buen amigo: Guaraci, un bombero con una particular historia de superación.
Al día siguiente, muy temprano por la mañana me preparo para seguir camino, pero el seguir mi camino no era el rumbo trazado para esta jornada. Una lluvia que no paró en todo el día me hizo quedarme en el lugar y con un muy interesante propósito: escuchar la historia de Guarací.
Nos dirijimos hasta su casa a tres cuadras, con Rocinante y todo, y luego de sentarnos en el piso comienza su relato. Se me pusieron los nervios de punta al escuchar de esas duras vidas, tan comunes en Brasil, así como en el resto de Latinoamerica. Guarací fue un menino de rua (un niño de la calle) y posteriormente drogadicto por mas de veinte años. Abandonado por sus padres, y solitario, ha sabido permanecer en sus principios. Conversamos por largas horas, hasta ya entrada la noche y ese tipo humilde me hizo pensar en cosas que hasta antes nunca me había preguntado, y aún más, cosas que juzgaba duramente. La drogadicción. Siempre escuche la historia que quienes lo hacían era porque querían, y que salían en el momento que lo decidieran. Esta vez la historia era diferente, un hombre que sufría, grandemente angustiado y prisionero en una carcel de humo y polvo, de la cual salía para luego volver a entrar. En estos momentos se encontraba sano, ya mas de un año sin consumir.
Nunca había visto el flagelo de la drogadicción desde esta perspectiva, ser alguien que no se quiere ser, luchar y no poder cambiar, hasta caer rendido, luchar por abandonar esa muerte lenta y no poder. Creo que la gran mayoría de drogadictos no quieren ser un despojo humano, pero el salir sencillamente no les es permitido. La droga es una muerte lenta y dolorosa, que come lo mas querido, partiendo por el trabajo y muchas veces terminando con la familia. Pude sentir algo de admiración por Guarací, ha conseguido dejar de lado esa dependencia y ahora la vida le sonríe.
Los siguientes días fueron mas tranquilos, aproveché de descansar casi una semana en Isla Grande, rodeado de bellas playas y simpática gente, en definitiva un lugar muy agradable, tanto que me quedé muchos más tiempo del planificado.
Disfrutando de Brasil y su gente, y emprendiendo rumbo a las cataratas de Iguazú.
Brasil es un muy bonito país: sus paisajes, su gente, su diversidad, sin embargo me parece que no es de las mejores alternativas para el cicloturismo. El motivo: el alto tráfico de sus caminos.
En esta busqueda de paz, decido tomar rumbo a Curitiba a través de la sierra. Para ello debí atravesar treinta kilómetros de autopista, y muy nervioso entrar en los caminos de montaña.
Ya en Juquiá, el tráfico subitamente se detiene, pasa un vehículo cada 15 minutos, y en fin, puedo disfrutar del paisaje.
Al seguir avanzando por el camino, y ya cerca de las siete de la tarde, un hombre ya de edad me pregunta:
-Amigo, ya comió- La verdad es que solo venia con el almuerzo en el vientre y con un poquito de hambre. Luego el añade:
-Venga a mi casa, se come un buen plato de comida y se queda a dormir en una habitación que tenemos desocupada.
La verdad es que me vino muy bien, y así aproveche de compartir con él y su mujer, tambien con sus patrones, pues vivía en una chacra de propiedad particular.
Conversamos hasta altas horas de la noche, y luego muchas horas durante la mañana antes de partir, pués se levantaron a las 4:30 de la mañana a prepararme desayuno y comida para el camino.
Ella me repetía constantemente que yo era muy parecido a su hijo, y entre ambos rapidamente me llamaron así, hijo. Me invitaron a quedarme mas días, que si esperaba , él me daria parte de su sueldo para que yo pudiera seguir el camino con mas tranquilidad. Una increíble muestra de desapego por sus cosas materiales.
Acepté su hospitalidad, pero no su dinero, pués ellos lo necesitarían mucho mas que yo. Al despedirnos las lágrimas caían de sus ojos. Seguramente reciben muy pocas visitas, buenas conversaciones, y mucho menos un cicloturista parecido a su hijo.
Me fuí pensando mucho. Siempre me ha llamado la atención la hospitalidad recibida de la gente mas pobre, y el caso exactamente opuesto con aquellos que tienen altos ingresos, y mucho mas para dar. He recibido ayuda de gente de clase alta en el trayecto, pero esos casos son pocos y contados con los dedos.
Definitivamente mientras mas cosas tiene una persona, mayor es su apego a lo material. Lo que traducido en experiencia de viaje se refiere a poca hospitalidad y poca sensibilidad por las personas.
Algunos días atrás de esta ocasión, llegué al caer la noche en una playa con algunas casas de gente muy pudiente por detrás. El cielo amenazaba con lluvia, por lo que decidí colocar la Hamaca debajo de un pequeño negocio con sillas, y luego dormir para partir al día siguiente. Durante la noche unas luces me despertaron, era la policia. Al parecer alguien los llamó, alguien en una bicicleta cargada debía salir del lugar. Sencillamente seguí durmiendo, las sillas me tapaban, y no era facil ver mi posición. Afortunadamente no me vieron. Al día siguiente ya partiendo, un hombre (Con una casa muy grande) me pregunta en donde está el guardia; claramente le molestó sobremanera que hubiese dormido en el lugar, y partió a buscar un guardia, muy seguramente para que me sacara del lugar. Tome mis cosas, y sin ninguna prisa me preparé para seguir mi ruta.
Muchas veces eso es alguien de clase alta, alguien que no ayudan con un proyecto tan lindo como es el recorrer latinoamerica en bicicleta, alguien que al ver de alguna medida invadida su propiedad privada, llama a la policia o a los guardias, sin ni siquiera pensar por qué un extranjero llegó a aquel lugar, y en último caso que el mar es de acceso para todo el mundo, que después de todo, nadie ha quebrado ninguna regla.
No dejaba de comparar en mi mente estas dos situaciones, el pobre ofreciendo dinero para continuar bien la siguiente parte del viaje, y el rico llamando a la policia, para que me vaya luego del lugar, que por lo demás no era de él.
Luego de estos pensamientos y reflexiones de lo que implica la pobreza versus la riqueza (intentando no generalizar), seguí mi rumbo hasta Curitiba. Duras montañas a atravesar, y lo mejor de todo lindos paisajes. Decidí atravesar por el parque PETAR, en el estado de São Paulo, lleno de verde, mata atlántica, cascadas e impresionantes cavernas. Definitivamente este es el tipo de ruta que me fascina, cuando el ruido de los vehículos se encuentra lejos, por allá en las carreteras. Estas son las rutas en donde puedo pensar tranquilo y claro.
Y en medio de agotadores sube y baja llego hasta Curitiba, lugar en donde me recibe Rómulo, un chico tímido que ha dado muy buenas vueltas en bicicleta. Como ocurre generalmente en Brasil, una muy buena recepción y hospitalidad.
Curitiba es como pocas, una ciudad que me ha gustado, y que me parece un interesante lugar para vivir. Una ciudad grande y cosmopolita, y sobre todo increíblemente organizada. Definitivamente es cierto, que mientras mas al sur en Brasil, mas organizadas se vuelven las ciudades y así tambien su poblacion se vuelve diferente. Por estos lados predominan los descendientes de colonos italianos y alemanes.
Luego de este descanso tomo mi rumbo final hasta las Cataratas de Iguazú. En este lugar he quedado de reunirme con mi hermano Rodrigo, para recorrer juntos algunos países de America Latina.
Al momento de escribir, ya nos hemos reunido, y hemos visitado las Cataratas de Iguazú. Sin lugar a duda, una de las cosas mas bellas que he visto en todo el viaje, una de las siete maravillas de la naturaleza.
He quedado impresionado, con las imágenes de agua cayendo por todos lados, la fuerza del sonido. Ver este tipo de escenas me inspira un gran respeto por la naturaleza.
Y así es como termino este nuevo recorrido por este gran país, una maravilla su gente y sus paisajes, y sobre todo, la diversidad propia de ser el país mas grande de América Latina.
Ahora junto con mi hermano sigo rumbo a Paraguay y luego, una última entrada a Brasil por el estado de Rio Grande do Sul.
Un gran saludo a mis buenos amigos de Brasil, a toda esta gran galera.
En esta busqueda de paz, decido tomar rumbo a Curitiba a través de la sierra. Para ello debí atravesar treinta kilómetros de autopista, y muy nervioso entrar en los caminos de montaña.
Ya en Juquiá, el tráfico subitamente se detiene, pasa un vehículo cada 15 minutos, y en fin, puedo disfrutar del paisaje.
Al seguir avanzando por el camino, y ya cerca de las siete de la tarde, un hombre ya de edad me pregunta:
-Amigo, ya comió- La verdad es que solo venia con el almuerzo en el vientre y con un poquito de hambre. Luego el añade:
-Venga a mi casa, se come un buen plato de comida y se queda a dormir en una habitación que tenemos desocupada.
La verdad es que me vino muy bien, y así aproveche de compartir con él y su mujer, tambien con sus patrones, pues vivía en una chacra de propiedad particular.
Conversamos hasta altas horas de la noche, y luego muchas horas durante la mañana antes de partir, pués se levantaron a las 4:30 de la mañana a prepararme desayuno y comida para el camino.
Ella me repetía constantemente que yo era muy parecido a su hijo, y entre ambos rapidamente me llamaron así, hijo. Me invitaron a quedarme mas días, que si esperaba , él me daria parte de su sueldo para que yo pudiera seguir el camino con mas tranquilidad. Una increíble muestra de desapego por sus cosas materiales.
Acepté su hospitalidad, pero no su dinero, pués ellos lo necesitarían mucho mas que yo. Al despedirnos las lágrimas caían de sus ojos. Seguramente reciben muy pocas visitas, buenas conversaciones, y mucho menos un cicloturista parecido a su hijo.
Me fuí pensando mucho. Siempre me ha llamado la atención la hospitalidad recibida de la gente mas pobre, y el caso exactamente opuesto con aquellos que tienen altos ingresos, y mucho mas para dar. He recibido ayuda de gente de clase alta en el trayecto, pero esos casos son pocos y contados con los dedos.
Definitivamente mientras mas cosas tiene una persona, mayor es su apego a lo material. Lo que traducido en experiencia de viaje se refiere a poca hospitalidad y poca sensibilidad por las personas.
Algunos días atrás de esta ocasión, llegué al caer la noche en una playa con algunas casas de gente muy pudiente por detrás. El cielo amenazaba con lluvia, por lo que decidí colocar la Hamaca debajo de un pequeño negocio con sillas, y luego dormir para partir al día siguiente. Durante la noche unas luces me despertaron, era la policia. Al parecer alguien los llamó, alguien en una bicicleta cargada debía salir del lugar. Sencillamente seguí durmiendo, las sillas me tapaban, y no era facil ver mi posición. Afortunadamente no me vieron. Al día siguiente ya partiendo, un hombre (Con una casa muy grande) me pregunta en donde está el guardia; claramente le molestó sobremanera que hubiese dormido en el lugar, y partió a buscar un guardia, muy seguramente para que me sacara del lugar. Tome mis cosas, y sin ninguna prisa me preparé para seguir mi ruta.
Muchas veces eso es alguien de clase alta, alguien que no ayudan con un proyecto tan lindo como es el recorrer latinoamerica en bicicleta, alguien que al ver de alguna medida invadida su propiedad privada, llama a la policia o a los guardias, sin ni siquiera pensar por qué un extranjero llegó a aquel lugar, y en último caso que el mar es de acceso para todo el mundo, que después de todo, nadie ha quebrado ninguna regla.
No dejaba de comparar en mi mente estas dos situaciones, el pobre ofreciendo dinero para continuar bien la siguiente parte del viaje, y el rico llamando a la policia, para que me vaya luego del lugar, que por lo demás no era de él.
Luego de estos pensamientos y reflexiones de lo que implica la pobreza versus la riqueza (intentando no generalizar), seguí mi rumbo hasta Curitiba. Duras montañas a atravesar, y lo mejor de todo lindos paisajes. Decidí atravesar por el parque PETAR, en el estado de São Paulo, lleno de verde, mata atlántica, cascadas e impresionantes cavernas. Definitivamente este es el tipo de ruta que me fascina, cuando el ruido de los vehículos se encuentra lejos, por allá en las carreteras. Estas son las rutas en donde puedo pensar tranquilo y claro.
Y en medio de agotadores sube y baja llego hasta Curitiba, lugar en donde me recibe Rómulo, un chico tímido que ha dado muy buenas vueltas en bicicleta. Como ocurre generalmente en Brasil, una muy buena recepción y hospitalidad.
Curitiba es como pocas, una ciudad que me ha gustado, y que me parece un interesante lugar para vivir. Una ciudad grande y cosmopolita, y sobre todo increíblemente organizada. Definitivamente es cierto, que mientras mas al sur en Brasil, mas organizadas se vuelven las ciudades y así tambien su poblacion se vuelve diferente. Por estos lados predominan los descendientes de colonos italianos y alemanes.
Luego de este descanso tomo mi rumbo final hasta las Cataratas de Iguazú. En este lugar he quedado de reunirme con mi hermano Rodrigo, para recorrer juntos algunos países de America Latina.
Al momento de escribir, ya nos hemos reunido, y hemos visitado las Cataratas de Iguazú. Sin lugar a duda, una de las cosas mas bellas que he visto en todo el viaje, una de las siete maravillas de la naturaleza.
He quedado impresionado, con las imágenes de agua cayendo por todos lados, la fuerza del sonido. Ver este tipo de escenas me inspira un gran respeto por la naturaleza.
Y así es como termino este nuevo recorrido por este gran país, una maravilla su gente y sus paisajes, y sobre todo, la diversidad propia de ser el país mas grande de América Latina.
Ahora junto con mi hermano sigo rumbo a Paraguay y luego, una última entrada a Brasil por el estado de Rio Grande do Sul.
Un gran saludo a mis buenos amigos de Brasil, a toda esta gran galera.