Una pequeña escala en Buenos Aires
Y los primeros días de Enero me encontré arribando en la ciudad de Buenos Aires, la capital de Argentina. Decidí tomar un barco desde Colonia del Sacramento en Uruguay, y atravesar el río de la plata, para iniciar esta nueva etapa del viaje.
En esta ciudad esperé durante algunos días el arribo de Alejandra, con quien luego, tomaríamos rumbo Bariloche.
Buenos Aires me pareció una ciudad bella arquitectónicamente, al menos en su centro, pero un desastre en general.
Al salir a recorrer a pedal por algunos de sus rincones, me llamó profundamente la atención la miseria en la que viven muchos de sus habitantes. Debajo de muchos puentes, una persona y a veces una familia, busca cobijo. Es fácil darse cuenta que como turista, en los puntos de interés uno se encuentra seguro, fuera de estos, el peligro es evidente. Es una ciudad interesante, pero solo para una semana. Argentina tiene un montón de lugares que me cautivaron muchísimo mas.
En esta ciudad esperé durante algunos días el arribo de Alejandra, con quien luego, tomaríamos rumbo Bariloche.
Buenos Aires me pareció una ciudad bella arquitectónicamente, al menos en su centro, pero un desastre en general.
Al salir a recorrer a pedal por algunos de sus rincones, me llamó profundamente la atención la miseria en la que viven muchos de sus habitantes. Debajo de muchos puentes, una persona y a veces una familia, busca cobijo. Es fácil darse cuenta que como turista, en los puntos de interés uno se encuentra seguro, fuera de estos, el peligro es evidente. Es una ciudad interesante, pero solo para una semana. Argentina tiene un montón de lugares que me cautivaron muchísimo mas.
Nuestros primeros kilómetros recorridos
Y nuestros pasos nos llevaron hasta Bariloche. Es en esta ciudad en donde decidimos comenzar nuestro recorrido, y lugar en el que mi hermano Rodrigo dejó su bicicleta, la misma que acompañará a Alejandra durante algunos kilómetros.
El viaje fue largo, y a veces aburrido. Un inesperado cambio en la ruta para recorrer Argentina en las cercanías de la cordillera de los Andes, nos ha traído rápidamente a la Patagonia, para aprovechar los meses de calor, en estas tierras en los inicios del fin del mundo.
Bariloche nos gustó. Tanto que nos quedamos mucho mas de lo planeado. Los alrededores del Lago Nahuel Huapi, y otros tantos lagos que rodean el lugar son de una belleza extraordinaria, una belleza que recién comenzábamos a apreciar y que se iría volviendo cada vez mas intensa conforme avanzábamos con rumbo sur. Poco a poco comenzábamos a apreciar la forma de ser de los Argentinos, un poco diferente del resto, pero al fin y al cabo latinos. Nos llamaba mucho la atención que en las provincias de este país, nadie quiere a los porteños (gente de Buenos Aires). Con el tiempo nos pareció que los rumores acerca del extremo apático o el extremo buena gente de sus habitantes, eran realmente ciertos. No hay puntos medios.
Nuestros primeros kilómetros fueron duros, tan solo veinte en la primera jornada para llegar hasta Colonia Suiza y descansar una semana. Esos veinte kilómetros de sube y baja, dejaron a mi novia un poco adolorida, así que aprovechando los lindos paisajes, nos quedamos en el lugar.
Esta zona es un increíble lugar para la práctica de deportes de aventura, las largas caminatas y los bellos trekking están a la orden del día. La mas extensa de las caminatas que hicimos fue a la laguna azul, a la cual conseguimos llegar en alrededor de cuatro horas de caminata por la montaña.
Sin darnos cuenta, el viaje comenzó lentamente a tomar ritmos de avance que algunos meses atrás definitivamente fueron impensables, ritmos de veinte y hasta cuarenta kilómetros diarios, para ir conociendo lentamente las maravillas del lugar.
Al salir de Colonia Suiza, tomamos rumbo al Bolsón. Un conocido pueblo a unos 130 kilómetros de Bariloche, lleno de hippies, artesanos y turistas por doquier. Un ambiente de locura se podía respirar en el aire. Rápidamente y a solo unos minutos de haber llegado, se nos acerca una mujer, la que nos pregunta por alguna droga. Amablemente le explicamos que no consumimos. Ella se va del lugar, y comenzamos a hacernos nuestra primera imagen.
Luego de esto, y de comer un poco de comida rápida, partimos rumbo a una farmacia por unos medicamentos. Acá nos llevamos una linda sorpresa, a veces algo normal en muchos países, pero en la Argentina nos sorprendió. En este lugar, conocimos a Dioscar, un Argentino alegre, conversador (como la mayoría de Argentinos) que nos invitó a poner la carpa en su casa. La cara de cansancio de Alejandra lo conmovió, y decidió hacernos esta invitación.
Ya en casa, y luego de algunos minutos de conversación y risas, nos ofreció quedarnos dentro de su casa en una habitación. Y eso nos vino muy bien. El cansancio y la amenaza de lluvias nos tenía con cierto recelo de acampar, así que sin pensarlo dos veces, nos quedamos. En este lugar estuvimos poco mas de cuatro días, Pudiendo hacer amistad con su hijo Favio, quien nos mostró los alrededores, y con su sobrina Carito. Ellos nos mostraron un poco de comida típica del lugar, y nosotros un caldo de huevo típico de Colombia hecho por Alejandra, y un pastel de papas típico de muchas partes, hecho por mí.
Familias como esta, son las que vuelven lindo un viaje, en donde los lugares van perdiendo importancia, en favor de las experiencias con las personas, la gente local que muestra su cultura. Lo suyo.
El viaje fue largo, y a veces aburrido. Un inesperado cambio en la ruta para recorrer Argentina en las cercanías de la cordillera de los Andes, nos ha traído rápidamente a la Patagonia, para aprovechar los meses de calor, en estas tierras en los inicios del fin del mundo.
Bariloche nos gustó. Tanto que nos quedamos mucho mas de lo planeado. Los alrededores del Lago Nahuel Huapi, y otros tantos lagos que rodean el lugar son de una belleza extraordinaria, una belleza que recién comenzábamos a apreciar y que se iría volviendo cada vez mas intensa conforme avanzábamos con rumbo sur. Poco a poco comenzábamos a apreciar la forma de ser de los Argentinos, un poco diferente del resto, pero al fin y al cabo latinos. Nos llamaba mucho la atención que en las provincias de este país, nadie quiere a los porteños (gente de Buenos Aires). Con el tiempo nos pareció que los rumores acerca del extremo apático o el extremo buena gente de sus habitantes, eran realmente ciertos. No hay puntos medios.
Nuestros primeros kilómetros fueron duros, tan solo veinte en la primera jornada para llegar hasta Colonia Suiza y descansar una semana. Esos veinte kilómetros de sube y baja, dejaron a mi novia un poco adolorida, así que aprovechando los lindos paisajes, nos quedamos en el lugar.
Esta zona es un increíble lugar para la práctica de deportes de aventura, las largas caminatas y los bellos trekking están a la orden del día. La mas extensa de las caminatas que hicimos fue a la laguna azul, a la cual conseguimos llegar en alrededor de cuatro horas de caminata por la montaña.
Sin darnos cuenta, el viaje comenzó lentamente a tomar ritmos de avance que algunos meses atrás definitivamente fueron impensables, ritmos de veinte y hasta cuarenta kilómetros diarios, para ir conociendo lentamente las maravillas del lugar.
Al salir de Colonia Suiza, tomamos rumbo al Bolsón. Un conocido pueblo a unos 130 kilómetros de Bariloche, lleno de hippies, artesanos y turistas por doquier. Un ambiente de locura se podía respirar en el aire. Rápidamente y a solo unos minutos de haber llegado, se nos acerca una mujer, la que nos pregunta por alguna droga. Amablemente le explicamos que no consumimos. Ella se va del lugar, y comenzamos a hacernos nuestra primera imagen.
Luego de esto, y de comer un poco de comida rápida, partimos rumbo a una farmacia por unos medicamentos. Acá nos llevamos una linda sorpresa, a veces algo normal en muchos países, pero en la Argentina nos sorprendió. En este lugar, conocimos a Dioscar, un Argentino alegre, conversador (como la mayoría de Argentinos) que nos invitó a poner la carpa en su casa. La cara de cansancio de Alejandra lo conmovió, y decidió hacernos esta invitación.
Ya en casa, y luego de algunos minutos de conversación y risas, nos ofreció quedarnos dentro de su casa en una habitación. Y eso nos vino muy bien. El cansancio y la amenaza de lluvias nos tenía con cierto recelo de acampar, así que sin pensarlo dos veces, nos quedamos. En este lugar estuvimos poco mas de cuatro días, Pudiendo hacer amistad con su hijo Favio, quien nos mostró los alrededores, y con su sobrina Carito. Ellos nos mostraron un poco de comida típica del lugar, y nosotros un caldo de huevo típico de Colombia hecho por Alejandra, y un pastel de papas típico de muchas partes, hecho por mí.
Familias como esta, son las que vuelven lindo un viaje, en donde los lugares van perdiendo importancia, en favor de las experiencias con las personas, la gente local que muestra su cultura. Lo suyo.
Un inesperado cambio de planes... y rumbo sur
Luego de nuestra estadía en el Bolsón, vino un inesperado cambio de planes. Los ritmos de avance iban demasiado lentos, y Alejandra tenía lesiones que era mejor no obviar. Además,se venían dos semanas de descanso del viaje, en donde ella partiría a México a dar una conferencia de pobreza infantil, y yo rumbo a la quinta región en Chile, a celebrar el aniversario número sesenta de mis abuelos paternos.
Decidimos seguir el viaje patagónico con las mochilas al hombro, y nuestros dedo pulgares alzados a los pies de las carreteras al sur de Chile y Argentina. Pero antes, nos iríamos hasta la quinta región en Chile. Aprovechamos de celebrar una semana en compañía de mis abuelos. luego Alejandra tomó un avión hasta México, y yo regresé al Bolsón a buscar a Rocinante, y recorrer Argentina por la bella carretera 71, como un viajero solitario.
Por este camino, se pasa por el medio del parque nacional Los Alerces. El entorno es como sacado de un cuentos de hadas. Caminos de tierra y lagos por doquier. Siento que poco a poco los paisajes se van volviendo mas impresionantes. Me impresionan en sobremanera Los Alerces milenarios, árboles que tal vez ya estaban ahí, plantados en el mismo lugar, cuando en tiempo antiguos Jesús caminaba por esta tierra. Siento Como si su sabiduría se pudiera sentir, con el solo hecho de pararse a un lado, y pensar que cientos de generaciones de humanos han pasado por sus pies, me encontrase al lado de alguien (algo) que conoce muy bien el mundo, tal vez mejor que muchos viajeros, y que observa con la paz y la tranquilidad de los sabios místicos que aprenden a quedarse quietos, con su mente y sus sentidos en silencio. Es realmente un hermoso lugar, que de vez en cuando me ponía los pelos de punta, quien sabe por qué razón.
Al final del parque, llegué hasta una pequeña y bonita ciudad; Trevellin, ubicada a unos cuarenta y cinco km de Futaleufu en la frontera. Al llegar a este pueblo, pregunte a la policía por un lugar para acampar y me mandaron debajo de un puente. Al menos tenia agua, y los fríos del sur, me decían que este lugar era realmente tranquilo. Así que decidí quedarme.
Seguí en solitario hasta Futaleufú, lugar en donde deje guardado a Rocinante por poco más que un mes y luego rumbo hasta Puerto Montt, en donde nos juntamos nuevamente con Alejandra.
Nuestro primer destino a recorrer: la mística Isla Grande de Chiloé; lugar de arraigadas tradiciones y supersticiones, y gente un poco mas amable que en el resto del país. Quizás las adversas condiciones y el dura clima los han vuelto generosos.
Partimos por Ancud, el primer pueblo de la isla. Chiloé en general se caracteriza por sus paisajes marinos y montañas de fondo, barcos de pescadores, palafitos sobre el mar entre otras cosas. Además la gran joyita del lugar, son sus lindas iglesias construidas en Alerce, que han sido declaradas patrimonio de la humanidad.
Y lentamente nos fuimos moviendo con rumbo oeste. Primero por Quemchi, luego por Castro en donde nos quedamos alrededor de una semana, y finalmente tomamos rumbo a Quellón, lugar en el que tomamos una barcaza, que nos llevó con rumbo a Puerto Cisnes, en la región de Aysen. Probablemente la mas remota de Chile. El viaje fue hermoso por los fiordos al sur del mundo.
Ya en la región de Aysen la cosa se vuelve interesante. Los caminos son de tierra y los principales atractivos turísticos se encuentran interconectados por la mítica carretera austral. Los buses no salen todos los días entre muchas de sus comunas, y los pasajes son carísimos. Por lo que es en este lugar, en donde efectivamente comenzamos a alzar nuestros dedos pulgares, para pedir una ayuda a los conductores que pasen por el lugar.
Conforme nos adentramos en la región, los paisajes nos sorprendieron cada vez mas. Ya el sur de Argentina nos parecía algo de belleza divina, y el camino por el que transitábamos, nos daba vistas aun mas impresionantes que las del país trasandino.
Comenzamos por una linda caminata, a orillas de un ventisquero, a través de un sendero llamado el bosque encantado. Cargados con todas las cosas la verdad es que no se disfruta mucho, pero una linda vista lo compensa todo. Decidimos acampar a orillas del ventisquero, y descendimos tarde al día siguiente, esperando una ventana de buen tiempo para bajar mojándonos le menos posible.
Alzando el dedo, nos tomó un vehículo hasta Coyhaique. Nos quedamos una noche, para seguir camino al día siguiente. Levantando nuestros pulgares y avanzando de treinta en treinta kilómetros, conseguimos llegar tarde al pueblo de Río Tranquilo. El gran atractivo de este lugar son sus capillas de Mármol. Unos bellos monumentos naturales, erigidos en medio del lago General Carrera, en donde contrasta el color azul del lago con el blanco del mármol.
Hacer dedo en estos caminos no es cosa fácil como puede parecer, a veces nos tocaba esperar tres horas o más a que alguien nos llevara. Muy pocos vehículos transitan por estas latitudes.
Nuestro siguiente destino fue el pueblo de caleta Tortel, nos tomó algunos días llegar hasta el lugar, pero pudimos disfrutar de unas increíbles vistas por todo el camino.
Caleta Tortel es un lugar que uno no se debe perder al visitar la Patagonia. Por el simple hecho de ser diferente del resto, y tener una estampa que uno no verá fácilmente en otro lugar.
Es una pueblo rodeado de montañas, un brazo de mar, y muy cerca la desembocadura del río Baker; el más caudaloso de Chile. La principal característica del pueblo es que no posee calles. Sino una interesante red de pasarelas que interconectan todas las casas y negocios del lugar, pasando inclusive por la orilla del mar.
Esta singular característica lo vuelve un lugar con un carisma especial. Además sus vistas desde los miradores son realmente impresionantes.
El siguiente día fue mas fácil. Alzando nuestros pulgares por la carretera conseguimos llegar hasta Chile Chico, en la frontera con Argentina. Este pueblo se localiza a un costado del lago General Carrera, que del lado argentino comienza a llamarse el Lago Buenos Aires. Y acampamos en este lugar.
Ya del lado Argentino, el viajar se vuelve un poco mas difícil. Los caminos son asfaltados, y en algunos lugares no pasa más que un auto por hora. Muchos días nos tomo llegar hasta el Calafate, el siguiente destino turístico. El camino se vuelve una larga e interminable pampa, y en un pequeño pueblo pampino, nos toco esperar mas de 24 horas a que algún conductor nos llevase.
En estos confines no es tan fácil obtener un buen cambio, y ya con dinero en mano, aprovechamos de ver algo que es realmente una maravilla de la naturaleza: El glaciar Perito Moreno; una belleza por donde se le mire, y lo mas impresionante es que trozos de glaciar están continuamente desprendiéndose y cayendo al agua.
Horas y horas duramos observando el glaciar.
Nuestro último destino fue el Chaltén. A estas alturas el tiempo ya se nos iba acabando, así que en vez de hacer dedo en la carretera, decidimos viajar en bus. Como un turista cualquiera.
En el Chalten hicimos lo que teniamos que hacer; caminar y caminar.
Tres días de caminatas por las montañas y con poco peso para hacerlo agradable. Tres días de paisajes rodeados de lagunas, el monte Fitz Roy. Este es probablemente uno de los lugares de trekking mas bellos de todo el recorrido.
Y el último día de caminata, la naturaleza nos sorprendió con dos espectáculos maravillosos. El primero: A estos bellos paisajes de montaña se sumo la nieve, que lo cubrió todo de blanco. Alejandra estaba maravillada, de ver algo que en su país cerca de la línea del Ecuador, no es nada común. Y yo también.
Y el segundo: al ir descendiendo rumbo al pueblo, un enorme cóndor pasó volando por nuestras cabezas. Nos quedamos mirando al ave por algunos minutos hasta que se perdió en el horizonte, luego al voltear y seguir bajando, pudimos ver cuatro cóndores planeando alrededor de una montaña cercana al Fitz Roy, pero lo suficientemente cercana para divisar las majestuosidad del vuelo de esta ave. Muchos minutos nos quedamos mirando el vuelo, yo estaba maravillado. Me recordaba de las veces que me quedé por horas sentado al lado de una montaña con cóndores, solo para divisar uno, y nunca me fue posible. Y ahora, ya casi terminando el viaje y sin plan alguno, el mítico pájaro, nos regaló un vuelo sobre nuestras cabezas.
El mejor regalo para terminar este pequeño viaje dentro de un viaje aún mayor; y la aventura aún continua. Ya quedan los últimos kilómetros rumbo a casa, a la que espero llegar la última semana de Mayo.
Decidimos seguir el viaje patagónico con las mochilas al hombro, y nuestros dedo pulgares alzados a los pies de las carreteras al sur de Chile y Argentina. Pero antes, nos iríamos hasta la quinta región en Chile. Aprovechamos de celebrar una semana en compañía de mis abuelos. luego Alejandra tomó un avión hasta México, y yo regresé al Bolsón a buscar a Rocinante, y recorrer Argentina por la bella carretera 71, como un viajero solitario.
Por este camino, se pasa por el medio del parque nacional Los Alerces. El entorno es como sacado de un cuentos de hadas. Caminos de tierra y lagos por doquier. Siento que poco a poco los paisajes se van volviendo mas impresionantes. Me impresionan en sobremanera Los Alerces milenarios, árboles que tal vez ya estaban ahí, plantados en el mismo lugar, cuando en tiempo antiguos Jesús caminaba por esta tierra. Siento Como si su sabiduría se pudiera sentir, con el solo hecho de pararse a un lado, y pensar que cientos de generaciones de humanos han pasado por sus pies, me encontrase al lado de alguien (algo) que conoce muy bien el mundo, tal vez mejor que muchos viajeros, y que observa con la paz y la tranquilidad de los sabios místicos que aprenden a quedarse quietos, con su mente y sus sentidos en silencio. Es realmente un hermoso lugar, que de vez en cuando me ponía los pelos de punta, quien sabe por qué razón.
Al final del parque, llegué hasta una pequeña y bonita ciudad; Trevellin, ubicada a unos cuarenta y cinco km de Futaleufu en la frontera. Al llegar a este pueblo, pregunte a la policía por un lugar para acampar y me mandaron debajo de un puente. Al menos tenia agua, y los fríos del sur, me decían que este lugar era realmente tranquilo. Así que decidí quedarme.
Seguí en solitario hasta Futaleufú, lugar en donde deje guardado a Rocinante por poco más que un mes y luego rumbo hasta Puerto Montt, en donde nos juntamos nuevamente con Alejandra.
Nuestro primer destino a recorrer: la mística Isla Grande de Chiloé; lugar de arraigadas tradiciones y supersticiones, y gente un poco mas amable que en el resto del país. Quizás las adversas condiciones y el dura clima los han vuelto generosos.
Partimos por Ancud, el primer pueblo de la isla. Chiloé en general se caracteriza por sus paisajes marinos y montañas de fondo, barcos de pescadores, palafitos sobre el mar entre otras cosas. Además la gran joyita del lugar, son sus lindas iglesias construidas en Alerce, que han sido declaradas patrimonio de la humanidad.
Y lentamente nos fuimos moviendo con rumbo oeste. Primero por Quemchi, luego por Castro en donde nos quedamos alrededor de una semana, y finalmente tomamos rumbo a Quellón, lugar en el que tomamos una barcaza, que nos llevó con rumbo a Puerto Cisnes, en la región de Aysen. Probablemente la mas remota de Chile. El viaje fue hermoso por los fiordos al sur del mundo.
Ya en la región de Aysen la cosa se vuelve interesante. Los caminos son de tierra y los principales atractivos turísticos se encuentran interconectados por la mítica carretera austral. Los buses no salen todos los días entre muchas de sus comunas, y los pasajes son carísimos. Por lo que es en este lugar, en donde efectivamente comenzamos a alzar nuestros dedos pulgares, para pedir una ayuda a los conductores que pasen por el lugar.
Conforme nos adentramos en la región, los paisajes nos sorprendieron cada vez mas. Ya el sur de Argentina nos parecía algo de belleza divina, y el camino por el que transitábamos, nos daba vistas aun mas impresionantes que las del país trasandino.
Comenzamos por una linda caminata, a orillas de un ventisquero, a través de un sendero llamado el bosque encantado. Cargados con todas las cosas la verdad es que no se disfruta mucho, pero una linda vista lo compensa todo. Decidimos acampar a orillas del ventisquero, y descendimos tarde al día siguiente, esperando una ventana de buen tiempo para bajar mojándonos le menos posible.
Alzando el dedo, nos tomó un vehículo hasta Coyhaique. Nos quedamos una noche, para seguir camino al día siguiente. Levantando nuestros pulgares y avanzando de treinta en treinta kilómetros, conseguimos llegar tarde al pueblo de Río Tranquilo. El gran atractivo de este lugar son sus capillas de Mármol. Unos bellos monumentos naturales, erigidos en medio del lago General Carrera, en donde contrasta el color azul del lago con el blanco del mármol.
Hacer dedo en estos caminos no es cosa fácil como puede parecer, a veces nos tocaba esperar tres horas o más a que alguien nos llevara. Muy pocos vehículos transitan por estas latitudes.
Nuestro siguiente destino fue el pueblo de caleta Tortel, nos tomó algunos días llegar hasta el lugar, pero pudimos disfrutar de unas increíbles vistas por todo el camino.
Caleta Tortel es un lugar que uno no se debe perder al visitar la Patagonia. Por el simple hecho de ser diferente del resto, y tener una estampa que uno no verá fácilmente en otro lugar.
Es una pueblo rodeado de montañas, un brazo de mar, y muy cerca la desembocadura del río Baker; el más caudaloso de Chile. La principal característica del pueblo es que no posee calles. Sino una interesante red de pasarelas que interconectan todas las casas y negocios del lugar, pasando inclusive por la orilla del mar.
Esta singular característica lo vuelve un lugar con un carisma especial. Además sus vistas desde los miradores son realmente impresionantes.
El siguiente día fue mas fácil. Alzando nuestros pulgares por la carretera conseguimos llegar hasta Chile Chico, en la frontera con Argentina. Este pueblo se localiza a un costado del lago General Carrera, que del lado argentino comienza a llamarse el Lago Buenos Aires. Y acampamos en este lugar.
Ya del lado Argentino, el viajar se vuelve un poco mas difícil. Los caminos son asfaltados, y en algunos lugares no pasa más que un auto por hora. Muchos días nos tomo llegar hasta el Calafate, el siguiente destino turístico. El camino se vuelve una larga e interminable pampa, y en un pequeño pueblo pampino, nos toco esperar mas de 24 horas a que algún conductor nos llevase.
En estos confines no es tan fácil obtener un buen cambio, y ya con dinero en mano, aprovechamos de ver algo que es realmente una maravilla de la naturaleza: El glaciar Perito Moreno; una belleza por donde se le mire, y lo mas impresionante es que trozos de glaciar están continuamente desprendiéndose y cayendo al agua.
Horas y horas duramos observando el glaciar.
Nuestro último destino fue el Chaltén. A estas alturas el tiempo ya se nos iba acabando, así que en vez de hacer dedo en la carretera, decidimos viajar en bus. Como un turista cualquiera.
En el Chalten hicimos lo que teniamos que hacer; caminar y caminar.
Tres días de caminatas por las montañas y con poco peso para hacerlo agradable. Tres días de paisajes rodeados de lagunas, el monte Fitz Roy. Este es probablemente uno de los lugares de trekking mas bellos de todo el recorrido.
Y el último día de caminata, la naturaleza nos sorprendió con dos espectáculos maravillosos. El primero: A estos bellos paisajes de montaña se sumo la nieve, que lo cubrió todo de blanco. Alejandra estaba maravillada, de ver algo que en su país cerca de la línea del Ecuador, no es nada común. Y yo también.
Y el segundo: al ir descendiendo rumbo al pueblo, un enorme cóndor pasó volando por nuestras cabezas. Nos quedamos mirando al ave por algunos minutos hasta que se perdió en el horizonte, luego al voltear y seguir bajando, pudimos ver cuatro cóndores planeando alrededor de una montaña cercana al Fitz Roy, pero lo suficientemente cercana para divisar las majestuosidad del vuelo de esta ave. Muchos minutos nos quedamos mirando el vuelo, yo estaba maravillado. Me recordaba de las veces que me quedé por horas sentado al lado de una montaña con cóndores, solo para divisar uno, y nunca me fue posible. Y ahora, ya casi terminando el viaje y sin plan alguno, el mítico pájaro, nos regaló un vuelo sobre nuestras cabezas.
El mejor regalo para terminar este pequeño viaje dentro de un viaje aún mayor; y la aventura aún continua. Ya quedan los últimos kilómetros rumbo a casa, a la que espero llegar la última semana de Mayo.