Pedaleando por las montañas de Costa Rica.
Dadas las sugerencias recibidas por los panameños que fui conociendo en el camino, decidí entrar en Costa Rica por la frontera de Río Sereno; un lugar tranquilo, rodeado de montañas, que me recordaba a las tierras de los hobbits, de las películas de el señor de los anillos. La entrada en este nuevo país no fue tan fácil. Solo algunos kilómetros antes de llegar a la frontera fui salvajemente atacado por un enjambre de abejas. Diez minutos de picadas que me llevaron directo al hospital en una rápida ambulancia. Afortunadamente no soy alérgico, y antes de llegar al centro médico ya me encontraba sin reacciones en el cuerpo. Luego de algunas horas en el hospital de David, vuelvo a buscar la bicicleta a un escondido pueblo de montaña (en donde quedó muy bien guardada).
La gente local me dijo que fui atacado por el simple hecho de pasar por el camino en el momento menos indicado, pues se estaba desarrollando el proceso de cosecha de la miel, y las abejas se encontraban furiosas lejos de sus panales. En fin, una experiencia nada agradable, pero que una vez vivida y pasada, me hace anhelar con más fuerza el seguir adelante en este maravilloso viaje; un viaje de cuentos.
Tan solo poner el primer pié en Costa Rica y pude sentir un nuevo aire. La personalidad de los Costarricenses (Ticos de aquí en adelante) me comienza a llamar bastante la atención. Comienzo pedaleando los primeros kilómetros de camino por una bella trocha. La mayoría de la gente me queda primero mirando y luego me saluda, me pregunta de donde vengo y a donde voy. Estos primeros gestos de amistad, de verdad que ayudan a una primera percepción del país.
Luego de avanzar algunos kilómetros me detengo a reparar un buen pinchazo. Durante ese momento, un tico local me invita a que me quede en su casa, para que vayamos a conocer los alrededores. Decidí no aceptar pues era muy temprano, y aun quedaba mucho por ver. Tan solo avanzar el reloj unas cuantas horas, y un vehículo rojo se detiene en frente de mi. Es otro Tico, que vive a unos diez kilómetros del lugar en donde me encontraba, y me invita a hospedar en su casa, dado que viajeros de aventura casi no se ven por estos lados y les gustaría escuchar mi historia. Esta vez decido aceptar, aún es temprano, pero luego de las picadas de abejas, la verdad es que no me siento 100% en condición. Así que me quedo a cenar y a compartir con la familia de don José Luis, y luego a dormir en la casa de su hermano don Olger, en el pueblo de Jabillo; lugar que estaba muy animado cuando llegamos, pues los músicos locales se encontraban en su almacén haciendo una improvisada tocata, la cual llenaba de vida ese simpático pueblo.
Es en este punto en donde ya comienzo a sentirme seguro de que los ticos de verdad que son diferentes; poseen una personalidad que es muy fácil de identificar, al igual que su acento. Irradian alegría, tranquilidad. Y a pesar de que Costa Rica es un país muy pequeño marca una clara diferencia con respecto al promedio de Latinoamerica. Pedalear por este país es un placer. Las vistas de las montañas son maravillosas, muchos animales pueden ser vistos en los alrededores, y el país es impresionantemente limpio, salvo contadas excepciones.
Costa Rica tiene una característica que sitúa al país en un punto de vanguardia, y es el hecho de no poseer ejército. Durante el mes de Diciembre de 1948 , este fue abolido. Con las palabras del presidente José Figueres: "No quiero un ejército de soldados, sino uno de educadores" el país sentó sus bases para llegar a ser lo que es ahora; un país visiblemente próspero, orientado al turismo, y con un nivel de vida por encima de la media en Latinoamérica. Según muchos locales, la abolición no fue con miras a mejorar y prosperar el país, sino que fue un hecho para evitar un golpe de estado, sin embargo los beneficios traídos indirectamente fueron enormes.
Luego de este día con la familia de José Luis y su hermano, sigo mi rumbo hacia Cartago; una bella ciudad ubicada en el valle central, a la cual se llega luego de atravesar el cerro de la muerte; la cuesta mas alta del país; Cuarenta y ocho kilómetros de subida que me dejaron agotadísimo. Resalto fuertemente que durante todos los días de mi camino desde la frontera hasta Cartago, fuí siempre muy bien recibido por la gente local, quienes me invitaban a montar la carpa en los patios de sus casas, y me daban sabrosas comidas, como el gallo pinto; un plato de ricos y pobres, muy apetitoso y que es tan simple como arroz con frijoles, entre otros.
Ya en Cartago aprovecho de descansar algunos días, disfrutando de la belleza del lugar y la calidez de las personas. Es aquí en donde Rossie (Con quien navegamos el río Amazonas en Brasil) me contacta con Nelson. Un Tico deportista de primer nivel, amante del ciclismo, y de las maratones de montaña, que vive en Alajuela, quien me invita a quedarme algunos días en su casa. Me dirijo lentamente hasta su ciudad, recorriendo cuarenta kilómetros de bajada en todo un día, visitando parques, plazas, y los atractivos de los alrededores de San José.
Ya en Alajuela y en casa de Nelson aprovechamos de compartir buenas experiencias y de planificar el resto de la ruta por Costa Rica. Que mejor que armar planes con los mismo ticos que conocen su país.
Durante estos momentos es que me animo a subir al volcán Poás, a solo 38 kilómetros de Alajuela. El parque nacional mas transitado de todo el país, pues cuenta con una carretera en la que se puede llegar hasta metros del cráter del volcán. Subo pedaleando esas duras cuestas, aunque sin las alforjas trepar las montañas es realmente un placer, y aprevecho de pasar la tarde observando el maravilloso cráter de ese volcán. Es en este lugar, al pedir a una persona que me tomara una foto, que Roy, un tico que vivió muchos años en Chile, me conversa, y me invita a almorzar y pasar una tarde con su familia el día siguiente. La idea me parece excelente, pues conocer a fondo a las personas de los países que visito es lo que me motiva a seguir adelante.
En estos momentos comienzo de cierta forma a extrañar algunas costumbres de mi país, de comerme un simple pan con palta. Yo les comento que la palta chilena es la mas sabrosa y que fuera de Chile no he vuelto a probar nada de parecida calidad. La esposa de Roy me dice que eso es porque no he probado el aguacate costarricense, que es tan bueno como el chileno. Así que después de un paseo por los alrededores de la ciudad, pasamos a comprar pan, aguacates, y nos tomamos una once (cena) a la chilena; Un té y pan con palta sabrosísimos, que me hicieron sentir como en casa.
La gente local me dijo que fui atacado por el simple hecho de pasar por el camino en el momento menos indicado, pues se estaba desarrollando el proceso de cosecha de la miel, y las abejas se encontraban furiosas lejos de sus panales. En fin, una experiencia nada agradable, pero que una vez vivida y pasada, me hace anhelar con más fuerza el seguir adelante en este maravilloso viaje; un viaje de cuentos.
Tan solo poner el primer pié en Costa Rica y pude sentir un nuevo aire. La personalidad de los Costarricenses (Ticos de aquí en adelante) me comienza a llamar bastante la atención. Comienzo pedaleando los primeros kilómetros de camino por una bella trocha. La mayoría de la gente me queda primero mirando y luego me saluda, me pregunta de donde vengo y a donde voy. Estos primeros gestos de amistad, de verdad que ayudan a una primera percepción del país.
Luego de avanzar algunos kilómetros me detengo a reparar un buen pinchazo. Durante ese momento, un tico local me invita a que me quede en su casa, para que vayamos a conocer los alrededores. Decidí no aceptar pues era muy temprano, y aun quedaba mucho por ver. Tan solo avanzar el reloj unas cuantas horas, y un vehículo rojo se detiene en frente de mi. Es otro Tico, que vive a unos diez kilómetros del lugar en donde me encontraba, y me invita a hospedar en su casa, dado que viajeros de aventura casi no se ven por estos lados y les gustaría escuchar mi historia. Esta vez decido aceptar, aún es temprano, pero luego de las picadas de abejas, la verdad es que no me siento 100% en condición. Así que me quedo a cenar y a compartir con la familia de don José Luis, y luego a dormir en la casa de su hermano don Olger, en el pueblo de Jabillo; lugar que estaba muy animado cuando llegamos, pues los músicos locales se encontraban en su almacén haciendo una improvisada tocata, la cual llenaba de vida ese simpático pueblo.
Es en este punto en donde ya comienzo a sentirme seguro de que los ticos de verdad que son diferentes; poseen una personalidad que es muy fácil de identificar, al igual que su acento. Irradian alegría, tranquilidad. Y a pesar de que Costa Rica es un país muy pequeño marca una clara diferencia con respecto al promedio de Latinoamerica. Pedalear por este país es un placer. Las vistas de las montañas son maravillosas, muchos animales pueden ser vistos en los alrededores, y el país es impresionantemente limpio, salvo contadas excepciones.
Costa Rica tiene una característica que sitúa al país en un punto de vanguardia, y es el hecho de no poseer ejército. Durante el mes de Diciembre de 1948 , este fue abolido. Con las palabras del presidente José Figueres: "No quiero un ejército de soldados, sino uno de educadores" el país sentó sus bases para llegar a ser lo que es ahora; un país visiblemente próspero, orientado al turismo, y con un nivel de vida por encima de la media en Latinoamérica. Según muchos locales, la abolición no fue con miras a mejorar y prosperar el país, sino que fue un hecho para evitar un golpe de estado, sin embargo los beneficios traídos indirectamente fueron enormes.
Luego de este día con la familia de José Luis y su hermano, sigo mi rumbo hacia Cartago; una bella ciudad ubicada en el valle central, a la cual se llega luego de atravesar el cerro de la muerte; la cuesta mas alta del país; Cuarenta y ocho kilómetros de subida que me dejaron agotadísimo. Resalto fuertemente que durante todos los días de mi camino desde la frontera hasta Cartago, fuí siempre muy bien recibido por la gente local, quienes me invitaban a montar la carpa en los patios de sus casas, y me daban sabrosas comidas, como el gallo pinto; un plato de ricos y pobres, muy apetitoso y que es tan simple como arroz con frijoles, entre otros.
Ya en Cartago aprovecho de descansar algunos días, disfrutando de la belleza del lugar y la calidez de las personas. Es aquí en donde Rossie (Con quien navegamos el río Amazonas en Brasil) me contacta con Nelson. Un Tico deportista de primer nivel, amante del ciclismo, y de las maratones de montaña, que vive en Alajuela, quien me invita a quedarme algunos días en su casa. Me dirijo lentamente hasta su ciudad, recorriendo cuarenta kilómetros de bajada en todo un día, visitando parques, plazas, y los atractivos de los alrededores de San José.
Ya en Alajuela y en casa de Nelson aprovechamos de compartir buenas experiencias y de planificar el resto de la ruta por Costa Rica. Que mejor que armar planes con los mismo ticos que conocen su país.
Durante estos momentos es que me animo a subir al volcán Poás, a solo 38 kilómetros de Alajuela. El parque nacional mas transitado de todo el país, pues cuenta con una carretera en la que se puede llegar hasta metros del cráter del volcán. Subo pedaleando esas duras cuestas, aunque sin las alforjas trepar las montañas es realmente un placer, y aprevecho de pasar la tarde observando el maravilloso cráter de ese volcán. Es en este lugar, al pedir a una persona que me tomara una foto, que Roy, un tico que vivió muchos años en Chile, me conversa, y me invita a almorzar y pasar una tarde con su familia el día siguiente. La idea me parece excelente, pues conocer a fondo a las personas de los países que visito es lo que me motiva a seguir adelante.
En estos momentos comienzo de cierta forma a extrañar algunas costumbres de mi país, de comerme un simple pan con palta. Yo les comento que la palta chilena es la mas sabrosa y que fuera de Chile no he vuelto a probar nada de parecida calidad. La esposa de Roy me dice que eso es porque no he probado el aguacate costarricense, que es tan bueno como el chileno. Así que después de un paseo por los alrededores de la ciudad, pasamos a comprar pan, aguacates, y nos tomamos una once (cena) a la chilena; Un té y pan con palta sabrosísimos, que me hicieron sentir como en casa.
En la paradisiaca península de Nicoya.
Junto con Nelson y Sandra, nos levantamos alrededor de las 3:30 Am. Es día de paseo; yo partiré rumbo a la península de Nicoya, a pedalear las paradisiacas playas, y ellos a ascender el Chirripó, la montaña mas alta de Costa Rica.
Me levanto algo cansado, pues durante la noche me dió insomnio, algo muy poco común en mi, pero que pasa de vez en cuando y sobre todo cuando me acuesto tarde. Como el camino por los siguientes 60 kilometros es una muy transitada autopista, cargamos la bicicleta y las cosas en la camioneta de Nelson y me acercan hasta un cruce de caminos, en donde el tráfico es mas bajo y nos separamos. Yo tomo rumbo a Punta Arenas.
Luego de unos quince minutos de pedaleo el sueño me toma, me siento tan cansado que al ver un buen lugar alejado de los vehículos decido parar y tirarme a dormir, una rica siesta para reponer algo de fuerzas, me cae muy bien, y sigo mi camino rumbo a Punta Arenas, lugar en donde tomo el ferry para entrar en la península de Nicoya, una tierra mágica como sacada de cuentos, llena de animales, aves, y de personas con mas de cien años.
Ya en la península, me dirijo rumbo a Cabuya, un pequeño pueblo a orilla de mar, en donde fui invitado a hopedar por Yenni, amiga de Nelson y amante de la bicicleta. Me dirijo a este lugar con la intención de solo pasar la noche y una agradable tarde. Pero nuevamente me siento como en casa. Coversamos amenamente con Yenni, su esposo y gente del sector. Nos tomamos buenos vinos chilenos, y finalmente me siento tan a gusto que decido quedarme un día mas a compartir con esta relajada familia.
Avanzar en esta península se me hizo muy difícil, por un lado esta el abrumador calor, que según mi termometro superaba los 48º C, las fuertes pendientes que rodean la costa, y por otro lado los alegres ticos, que con su alegría me hacen no querer salir de este hermoso país.
El primer día de pedaleo, luego de salir de Cabuya, solo conseguí avanzar alrededor de 45 kilómetros, el camino es difícil, y debí arrastrar la bicicleta por cerca de 5 km por la arena de la playa, pues era la ruta para evitarme un vuelton por el interior del país. Los paisajes son idílicos, el mar, la montaña, la arena. Una belleza escénica que sólo he visto en este país.
Durante la tarde y ya por caer la noche luego de esta primera jornada, comienzo a buscar un lugar para descansar. Decido seguir adelante hasta El Coyote, un tranquilo pueblo costero. Sin embargo, con la poca visibilidad me equivoco de camino y me voy rumbo a una solitaria playa. Aquí encuentro un interesante grupo de muchachos, quienes al verme al principio les cause algo de inseguridad, luego al escuchar mi acento, ver mi bicicleta, y saber que vengo desde Chile recorriendo esta bella América latina, entraron en confianza; me invitaron a unas cervezas, en donde aproveché de contarles algunas de las anécdotas de mi viaje, luego, una buena cena en la casa de veraneo donde se encontraban, y luego me invitaron a quedarme una noche en su lugar de alojamiento. Fue un buen momento para compartir.
Que ticos mas simpáticos y hospitalarios, me llevo la mejor impresión de este país, de su gente y de sus paisajes.
Ya luego de esta agradable noche, tomo mi bicicleta, y sigo recorriendo los últimos kilometros de Nicoya, y me apresto para entrar en las tierras de Sandino, en Nicaragua.
Definitivamente la gente de Costa Rica tiene una alta nota en hospitalidad y amabilidad, que a pesar de ser un país caro con gente mas pudiente que el resto del continente, es un país con personas de lo mejor, lo cual realmente me llamó mucho la atención.
A toda la gente bella de Costa Rica les mando un gran abrazo y ¡¡¡pura vida!!!
Me levanto algo cansado, pues durante la noche me dió insomnio, algo muy poco común en mi, pero que pasa de vez en cuando y sobre todo cuando me acuesto tarde. Como el camino por los siguientes 60 kilometros es una muy transitada autopista, cargamos la bicicleta y las cosas en la camioneta de Nelson y me acercan hasta un cruce de caminos, en donde el tráfico es mas bajo y nos separamos. Yo tomo rumbo a Punta Arenas.
Luego de unos quince minutos de pedaleo el sueño me toma, me siento tan cansado que al ver un buen lugar alejado de los vehículos decido parar y tirarme a dormir, una rica siesta para reponer algo de fuerzas, me cae muy bien, y sigo mi camino rumbo a Punta Arenas, lugar en donde tomo el ferry para entrar en la península de Nicoya, una tierra mágica como sacada de cuentos, llena de animales, aves, y de personas con mas de cien años.
Ya en la península, me dirijo rumbo a Cabuya, un pequeño pueblo a orilla de mar, en donde fui invitado a hopedar por Yenni, amiga de Nelson y amante de la bicicleta. Me dirijo a este lugar con la intención de solo pasar la noche y una agradable tarde. Pero nuevamente me siento como en casa. Coversamos amenamente con Yenni, su esposo y gente del sector. Nos tomamos buenos vinos chilenos, y finalmente me siento tan a gusto que decido quedarme un día mas a compartir con esta relajada familia.
Avanzar en esta península se me hizo muy difícil, por un lado esta el abrumador calor, que según mi termometro superaba los 48º C, las fuertes pendientes que rodean la costa, y por otro lado los alegres ticos, que con su alegría me hacen no querer salir de este hermoso país.
El primer día de pedaleo, luego de salir de Cabuya, solo conseguí avanzar alrededor de 45 kilómetros, el camino es difícil, y debí arrastrar la bicicleta por cerca de 5 km por la arena de la playa, pues era la ruta para evitarme un vuelton por el interior del país. Los paisajes son idílicos, el mar, la montaña, la arena. Una belleza escénica que sólo he visto en este país.
Durante la tarde y ya por caer la noche luego de esta primera jornada, comienzo a buscar un lugar para descansar. Decido seguir adelante hasta El Coyote, un tranquilo pueblo costero. Sin embargo, con la poca visibilidad me equivoco de camino y me voy rumbo a una solitaria playa. Aquí encuentro un interesante grupo de muchachos, quienes al verme al principio les cause algo de inseguridad, luego al escuchar mi acento, ver mi bicicleta, y saber que vengo desde Chile recorriendo esta bella América latina, entraron en confianza; me invitaron a unas cervezas, en donde aproveché de contarles algunas de las anécdotas de mi viaje, luego, una buena cena en la casa de veraneo donde se encontraban, y luego me invitaron a quedarme una noche en su lugar de alojamiento. Fue un buen momento para compartir.
Que ticos mas simpáticos y hospitalarios, me llevo la mejor impresión de este país, de su gente y de sus paisajes.
Ya luego de esta agradable noche, tomo mi bicicleta, y sigo recorriendo los últimos kilometros de Nicoya, y me apresto para entrar en las tierras de Sandino, en Nicaragua.
Definitivamente la gente de Costa Rica tiene una alta nota en hospitalidad y amabilidad, que a pesar de ser un país caro con gente mas pudiente que el resto del continente, es un país con personas de lo mejor, lo cual realmente me llamó mucho la atención.
A toda la gente bella de Costa Rica les mando un gran abrazo y ¡¡¡pura vida!!!