Guatemala: Hermosa tierra, hermosos paisajes, bellas personas.
Guatemala es una tierra muy hermosa; llena de montañas, grandes lagos, selva, y un lugar en donde la presencia de los descendientes de los antiguos Mayas es muy fuerte.
Al entrar en este país decido tomar rumbo hacia un pequeño pueblo llamado La Unión, ubicado a unos cuarenta kilómetros de la frontera. Para llegar hasta este lugar fue necesario entrar en un durísimo camino de montaña, que comenzaba muy pequeño a un costado de un puente en la carretera.
Es una subida con pendientes muy elevadas, sin embargo, como venía fresco luego de unos días de descanso, pude abordar muy bien el ascenso. Conforme avanzaba, comenzaba a ver pequeñas aldeas en los alrededores.
Los habitantes del sector me comentaban que por esos caminos nunca habían visto un viajero en bicicleta, son caminos duros y muy poco conocidos. En algunos tramos pedaleaba duro, y la gente se juntaba en alguna esquina de la aldea a ver como seguía yo subiendo. Al principio sentía ganas de empujar la bicicleta y bajar la cabeza por el cansancio, pero como dice un amigo, es necesario pedalear "siempre digno" por lo que levanto mi cabeza, y con todas mis fuerzas sigo ascendiendo la dura subida.
Mientras me encontraba en estos rumbos se acerca a mi en moto un muchacho con su esposa, me conversan de como son los alrededores y me invitan a quedarme en su casa, que queda solo algunos metros al final de la cuesta. Ellos se adelantan, y yo sigo mi camino, pues mi recompensa será una rica cena y una agradable cama donde dormir.
Un muy buen momento, y una muy buen impresión con la gente local en este primer día pedaleando Guatemala. Aprovechamos de conversar por largas horas, de entender como el sueño centroamericano es vivir en los Estados Unidos, para poder ganar un poco más de dinero y sacar adelante a la familia.
Al siguiente día, temprano por la mañana sigo mi camino rumbo a la unión, por subidas y bajadas en las que continuamente me toca empujar, Los paisajes montañosos de Guatemala me sorprenden, muy duros, muy bellos, y al igual que Honduras, llenos de plantaciones de café.
Al seguir recorriendo estos caminos, no me deja de llamar la atención la amabilidad de la gente. Como así, que al llegar a una fuerte pendiente, en donde definitivamente me tocó bajar de la bicicleta, un muchacho curioso se acercó, y luego de conversar algunos minutos, me ayudó a empujar la bicicleta por unos cinco kilómetros cuesta arriba. ¡Que ayuda! pues la verdad es que iba agotadísimo. Junto con él llegué hasta el pueblo La Unión, buen lugar para descansar, y seguir rubo al siguiente destino, El río dulce, sobre el cual se vierten las majestuosas aguas del Lago Izabal.
Unas pocas horas de pedaleo y cambio al estado de Izabal, dominado por un gigantesco lago de aguas azules. Desciendo bruscamente de altura y sigo camino por una calurosa Guatemala. Me llama mucho la atención el comenzar a ver personas cargando armas. Un loco, dos, tres locos.
Al llegar al pueblo de Quiriguá diviso un pistolero, que al rebosar de alegría comienza a disparar al aire. En consideración de la hora, decido parar en frente de un negocio y bueno, es momento de hacer amigos, pues no quiero caerle mal a alguno de los pistoleros locales, por lo que me compro una cerveza y comienzo a charlar con las personas del sector acerca de mis viajes en bicicleta.
Al ir conversando con la gente local, muchos de ellos me comentan que Guatemala no es un lugar peligroso (a pesar de los pistoleros), sin embargo es muy fácil caer en problemas. "No hagas nada estúpido y nada estúpido te pasará". Esta es la forma en que se debe recorrer estos lugares, y como he sido aconsejado para viajar.
Durante el trayecto en estas tierras, me encontré con muchos caminantes centroamericanos, la mayoría de ellos Hondureños. siempre caminando rumbo a las tierras del norte, rumbo a Estados Unidos a cumplir su sueño, de poder vivir una vida digna y darle un futuro a su familia mediante un trabajo mejor remunerado. Algunos a pié, otros en autobuses, pero siempre con destino a los Estados Unidos. Con excepción de los ya deportados quienes caminaban rumbo a sus casas, con su saco de ilusiones roto. Tal vez lo intentarán de nuevo dentro de los siguientes meses. Pero por ahora toca caminar hasta su hogar, sin un peso en los bolsillos, y dependiendo de la caridad de la gente a los costados de la ruta.
Me dirijo rumbo a Tikal, y en el camino, a la entrada de un pueblo llamado Dolores, es que comienzo a sentir unos fuertes dolores de estómago. Pobladores del sector me invitan a colocar mi carpa en el patio de su casa, y es ahí donde literalmente quedo tirado, el dolor no me deja moverme.
Pasé una muy mala noche, al despertar en la mañana el dolor casi no me deja caminar, por lo que me quedo en la carpa durmiendo hasta avanzadas horas de la mañana. Hago un intento por seguir camino, pero quedo tumbado en el suelo, durmiendo el resto de la mañana y luego el resto de la tarde. Doy las gracias, pués la gente donde me quedé me trato de primera, aún siendo un desconocido. Un día 0% productivo, pero al menos un lugar en donde reponerme.
En la siguiente mañana es que consigo moverme, y avanzo algunos kilometros para hacer una parada de reflexión en el lago Petén. Sus aguas son claras, y sus caminos de tierra son ideales para parar un día completo a observar sus colores y terminar de recuperarme. Es momento de pensar, y que mejor que colocando mi hamaca en un hotel de mil estrellas, rodeado de naturaleza, y el reflejo de las estrellas sobre las aguas del mágico lago.
Ya después de recorrer las maravillosas y majestuosas ruinas mayas de Tikal, disfrutar de la amabilidad de la gente, y lo principal; vivir Guatemala, es que sigo mi camino. Me dirijo rumbo a la frontera de Melchor de Mencos es momento de comenzar a recorrer las tierras de Belice.
Al entrar en este país decido tomar rumbo hacia un pequeño pueblo llamado La Unión, ubicado a unos cuarenta kilómetros de la frontera. Para llegar hasta este lugar fue necesario entrar en un durísimo camino de montaña, que comenzaba muy pequeño a un costado de un puente en la carretera.
Es una subida con pendientes muy elevadas, sin embargo, como venía fresco luego de unos días de descanso, pude abordar muy bien el ascenso. Conforme avanzaba, comenzaba a ver pequeñas aldeas en los alrededores.
Los habitantes del sector me comentaban que por esos caminos nunca habían visto un viajero en bicicleta, son caminos duros y muy poco conocidos. En algunos tramos pedaleaba duro, y la gente se juntaba en alguna esquina de la aldea a ver como seguía yo subiendo. Al principio sentía ganas de empujar la bicicleta y bajar la cabeza por el cansancio, pero como dice un amigo, es necesario pedalear "siempre digno" por lo que levanto mi cabeza, y con todas mis fuerzas sigo ascendiendo la dura subida.
Mientras me encontraba en estos rumbos se acerca a mi en moto un muchacho con su esposa, me conversan de como son los alrededores y me invitan a quedarme en su casa, que queda solo algunos metros al final de la cuesta. Ellos se adelantan, y yo sigo mi camino, pues mi recompensa será una rica cena y una agradable cama donde dormir.
Un muy buen momento, y una muy buen impresión con la gente local en este primer día pedaleando Guatemala. Aprovechamos de conversar por largas horas, de entender como el sueño centroamericano es vivir en los Estados Unidos, para poder ganar un poco más de dinero y sacar adelante a la familia.
Al siguiente día, temprano por la mañana sigo mi camino rumbo a la unión, por subidas y bajadas en las que continuamente me toca empujar, Los paisajes montañosos de Guatemala me sorprenden, muy duros, muy bellos, y al igual que Honduras, llenos de plantaciones de café.
Al seguir recorriendo estos caminos, no me deja de llamar la atención la amabilidad de la gente. Como así, que al llegar a una fuerte pendiente, en donde definitivamente me tocó bajar de la bicicleta, un muchacho curioso se acercó, y luego de conversar algunos minutos, me ayudó a empujar la bicicleta por unos cinco kilómetros cuesta arriba. ¡Que ayuda! pues la verdad es que iba agotadísimo. Junto con él llegué hasta el pueblo La Unión, buen lugar para descansar, y seguir rubo al siguiente destino, El río dulce, sobre el cual se vierten las majestuosas aguas del Lago Izabal.
Unas pocas horas de pedaleo y cambio al estado de Izabal, dominado por un gigantesco lago de aguas azules. Desciendo bruscamente de altura y sigo camino por una calurosa Guatemala. Me llama mucho la atención el comenzar a ver personas cargando armas. Un loco, dos, tres locos.
Al llegar al pueblo de Quiriguá diviso un pistolero, que al rebosar de alegría comienza a disparar al aire. En consideración de la hora, decido parar en frente de un negocio y bueno, es momento de hacer amigos, pues no quiero caerle mal a alguno de los pistoleros locales, por lo que me compro una cerveza y comienzo a charlar con las personas del sector acerca de mis viajes en bicicleta.
Al ir conversando con la gente local, muchos de ellos me comentan que Guatemala no es un lugar peligroso (a pesar de los pistoleros), sin embargo es muy fácil caer en problemas. "No hagas nada estúpido y nada estúpido te pasará". Esta es la forma en que se debe recorrer estos lugares, y como he sido aconsejado para viajar.
Durante el trayecto en estas tierras, me encontré con muchos caminantes centroamericanos, la mayoría de ellos Hondureños. siempre caminando rumbo a las tierras del norte, rumbo a Estados Unidos a cumplir su sueño, de poder vivir una vida digna y darle un futuro a su familia mediante un trabajo mejor remunerado. Algunos a pié, otros en autobuses, pero siempre con destino a los Estados Unidos. Con excepción de los ya deportados quienes caminaban rumbo a sus casas, con su saco de ilusiones roto. Tal vez lo intentarán de nuevo dentro de los siguientes meses. Pero por ahora toca caminar hasta su hogar, sin un peso en los bolsillos, y dependiendo de la caridad de la gente a los costados de la ruta.
Me dirijo rumbo a Tikal, y en el camino, a la entrada de un pueblo llamado Dolores, es que comienzo a sentir unos fuertes dolores de estómago. Pobladores del sector me invitan a colocar mi carpa en el patio de su casa, y es ahí donde literalmente quedo tirado, el dolor no me deja moverme.
Pasé una muy mala noche, al despertar en la mañana el dolor casi no me deja caminar, por lo que me quedo en la carpa durmiendo hasta avanzadas horas de la mañana. Hago un intento por seguir camino, pero quedo tumbado en el suelo, durmiendo el resto de la mañana y luego el resto de la tarde. Doy las gracias, pués la gente donde me quedé me trato de primera, aún siendo un desconocido. Un día 0% productivo, pero al menos un lugar en donde reponerme.
En la siguiente mañana es que consigo moverme, y avanzo algunos kilometros para hacer una parada de reflexión en el lago Petén. Sus aguas son claras, y sus caminos de tierra son ideales para parar un día completo a observar sus colores y terminar de recuperarme. Es momento de pensar, y que mejor que colocando mi hamaca en un hotel de mil estrellas, rodeado de naturaleza, y el reflejo de las estrellas sobre las aguas del mágico lago.
Ya después de recorrer las maravillosas y majestuosas ruinas mayas de Tikal, disfrutar de la amabilidad de la gente, y lo principal; vivir Guatemala, es que sigo mi camino. Me dirijo rumbo a la frontera de Melchor de Mencos es momento de comenzar a recorrer las tierras de Belice.
Belice
Belice es un pequeño pero hermoso país, culturalmente diferente de lo que es Latinoamérica. La lengua oficial es el Inglés, y se caracteriza por estar habitado predominantemente por población de color negro, y en segundo lugar por latinos e indígenas.
El recorrido por este país fue mucho mas corto que lo normal, solo debía cubrir poco mas de trescientos kilómetros, buscando las formas de hacer tiempo para estar por lo menos una semana.
Los paisajes son algo diferentes; los ríos toman leves colores turquesas, la arquitectura me recuerda a la Guyana Inglesa, y la simpatía de la gente, me hace rápidamente olvidar los comentarios recibidos antes de entrar al país.
Tomo rumbo a México por caminos secundarios; caminos de tierra y mosquitos es la ruta que decido coger. Pequeñísimos poblados de diez casas cada pocos kilómetros.
A medida que avanzo la gente me saluda amablemente, algunos niños se ponen a pedalear a mi lado buscando echar una competencia de carreras en bicicleta. El país siempre con alguna peculiaridad que lo hace distinto.
En Belice acampe todos los días del trayecto, siempre encontrando un muy buen lugar.
En este país es que continuamente comienzo a divisar "gringos" con largas barbas y vestimentas con camisas rayadas y pantalones con suspensores, que me recordaban a los primeros colonos de los Estados Unidos que se pueden ver en las películas.
Ellos son los menonitas, gente muy trabajadora que vive principalmente de la agricultura y que da trabajo a los locales. Hablando con un menonita cuyo nombre no recuerdo, me comenta que ha vivido toda su vida en este país, y que ya llevan muchos años viviendo en estas latitudes. Simpática gente, que me toparé continuamente conforme avanzo hasta la fronetra con México
Antes de llegar a la frontera es que hago mi última parada en Corozal. Un bello pueblo costero con aguas verdes. Aquí intento comprar un poco de gasolina para mi cocinilla. Pero en la unica gasolinera del pueblo me niegan la venta. Bueno, esto sigue siendo Latinoamérica, así que en algún lugar se puede conseguir. Me dirijo a una población, y un grupo de latinos tiene una venta ilegal de combustible. Me deciden dar la cantidad que necesitaba, pués como me comentan, tienen la certeza de que no lo usaré para hacer una bomba. Así es que me dirijo a una playa en donde saco mi comida, cocino un buen plato de arroz con atún, y disfruto de la merienda con un grupo de simpáticos beliceños de origen Hindú, con quienes comparto mis historias.
Luego de este grato almuerzo es momento de tomar rumbo a la frontera mas al norte de todo mi recorrido, estoy a solo 20 kilómetros de México.
El recorrido por este país fue mucho mas corto que lo normal, solo debía cubrir poco mas de trescientos kilómetros, buscando las formas de hacer tiempo para estar por lo menos una semana.
Los paisajes son algo diferentes; los ríos toman leves colores turquesas, la arquitectura me recuerda a la Guyana Inglesa, y la simpatía de la gente, me hace rápidamente olvidar los comentarios recibidos antes de entrar al país.
Tomo rumbo a México por caminos secundarios; caminos de tierra y mosquitos es la ruta que decido coger. Pequeñísimos poblados de diez casas cada pocos kilómetros.
A medida que avanzo la gente me saluda amablemente, algunos niños se ponen a pedalear a mi lado buscando echar una competencia de carreras en bicicleta. El país siempre con alguna peculiaridad que lo hace distinto.
En Belice acampe todos los días del trayecto, siempre encontrando un muy buen lugar.
En este país es que continuamente comienzo a divisar "gringos" con largas barbas y vestimentas con camisas rayadas y pantalones con suspensores, que me recordaban a los primeros colonos de los Estados Unidos que se pueden ver en las películas.
Ellos son los menonitas, gente muy trabajadora que vive principalmente de la agricultura y que da trabajo a los locales. Hablando con un menonita cuyo nombre no recuerdo, me comenta que ha vivido toda su vida en este país, y que ya llevan muchos años viviendo en estas latitudes. Simpática gente, que me toparé continuamente conforme avanzo hasta la fronetra con México
Antes de llegar a la frontera es que hago mi última parada en Corozal. Un bello pueblo costero con aguas verdes. Aquí intento comprar un poco de gasolina para mi cocinilla. Pero en la unica gasolinera del pueblo me niegan la venta. Bueno, esto sigue siendo Latinoamérica, así que en algún lugar se puede conseguir. Me dirijo a una población, y un grupo de latinos tiene una venta ilegal de combustible. Me deciden dar la cantidad que necesitaba, pués como me comentan, tienen la certeza de que no lo usaré para hacer una bomba. Así es que me dirijo a una playa en donde saco mi comida, cocino un buen plato de arroz con atún, y disfruto de la merienda con un grupo de simpáticos beliceños de origen Hindú, con quienes comparto mis historias.
Luego de este grato almuerzo es momento de tomar rumbo a la frontera mas al norte de todo mi recorrido, estoy a solo 20 kilómetros de México.