Los primeros días en México: La Península del Yucatán
México. Quizás el país al cuál he entrado con las mayores expectativas. El país mas al norte de mi recorrido, el más grande de los países de habla castellana. Un país cautivador; en algunos lugares muy peligroso, en otros extremadamente tranquilo, en donde por la noche se puede salir a dar una grata vuelta sin miedo a que un amigo de lo ajeno quiera tomar algo que no le pertenece. Un país en donde uno puede preguntar por un lugar para acampar, y termina siendo invitado a hospedar en una casa. En fin, un país donde los desconocidos amables abundan.
Casi a mediados de Mayo hago ingreso a México, saliendo desde Belice para entrar en Chetumal, lugar donde paro a descansar por algunos días en la casa de Paco, un mexicano y anfitrión de primera quien junto con su amiga Nancy me fueron a recibir en bicicleta a la entrada de la ciudad. Un par de cervezas, un almuerzo, un par de historias del viaje, y rápidamente comienzo a hacer amistad con esta maravillosa gente.
Mi grupo de amigos de esta primera ciudad: los ciclistas locales. Paco me presenta a sus amigos, con quienes salimos a pedalear y dar una buena vuelta por la localidad; todo esto como manera de promover la bicicleta como medio de transporte moderno y no contaminante. Es un excelente momento para hacer buenos amigos, comer buenos asados, y sobretodo charlar, comenzando a internalizar la cultura Mexicana.
Luego de haber abusado de Rocinante por las rutas salvajes de centroamérica, es que la bicicleta necesita urgentemente irse a taller. Mi presupuesto viene delgado, y sin siquiera pedir ayuda, Don Joel y Aquiles (dos ciclistas locales y amigos de Paco) se ofrecen a pagarme una mantención completa de la bicicleta, lo cual me viene de perillas, además es buen momento para entender a la maravillosa gente de México.
En Chetumal descansé casi una semana y ya con la energías repuestas comienzo mi recorrido.
Salgo escoltado por un grupo de ciclistas, y luego de dos cuadras, don Joel nos invita a comer algunas empanadas para partir con energías. Como ya es muy tarde, es buena idea parar. Nos comemos esas empanadas, y luego intento salir nuevamente de la ciudad, y soy escoltado por Juan quien me deja en la salida para emprender rumbo a Mérida, la capital del estado del Yucatán. Bueno, al menos eso creo durante algunos minutos, pués al lado mío aparece un motociclista con su mujer atrás... Es Don Joel y su esposa, quien nuevamente vienen a despedirse. Avanzamos camino durante algunos minutos y paramos en un negocio a un costado de la carretera a tomarnos un pozol, una bebida local buenísima, y a conversar los últimos minutos antes de partir definitivamente.
Don Joel me ha regalado un mapa muy detallado de las rutas de México, así que decido avanzar por la península a través de caminos secundarios, caminos de pueblos pequeños, en donde la gente habla las antiguas lenguas Mayas.
Avanzo por la carretera hasta Lázaro Cárdenas. Un pequeño pueblo cercanos a unas ruinas Mayas. Son cerca del mediodía y hago una parada en una tienda a hacer algunas compras y cocinar mi comida. Le pregunto a Don Juan (un habitante del sector) si puedo cocinar en una de las mesas afuera de su negocio. El mira siempre amable, siempre sonriente y siempre con un chiste entre labios. Y me dice:
- Mira muchacho, acá en mi casa mando yo, así que le pediré a mi mujer que te cocine, y puedas comer bien antes de seguir camino.- A lo cual yo le respondo:
- ¿No se irá a incomodar la señora, por cocinarle a un desconocido?-
- Es necesario que el hombre mande en la casa, y así deberás hacer tú cuando te cases. Responde don Juan.
Luego de esto el llama a su señora, pero ella no responde, al parecer no lo escucho pues estaba ocupada dentro de la casa. Se pone a pensar algunos momentos y después me dice:
- jajajaja, mejor pasa a cocinar tú adentro muchacho, no sea que por quedar bien contigo después tenga problemas con la patrona- Todo un personaje este mexicano, pienso para adentro. Pero poco a poco sigo experimentando la calidez de este pueblo, de su bella gente. Y con varias anécdotas muy similares a esta sigo mi camino. Por los bellos pueblos habitados por los descendientes de los antiguos Mayas.
Ya casi llegando a Mérida, y algunos días después de entrar en los pequeños pueblos, nuevamente paro a comprar a un costado de la ruta. El dueño del local me cuenta que en el poblado vecino de X-Yatil se está haciendo una celebración. Aún me quedan unos 40 km para completar el kilometraje diario, pero que mas dá. Ver una fiesta local vale la pena y decido parar.
Entro al pueblo y me pongo a conversar con la gente local, les pregunto donde puedo pasar la noche, que conmigo llevo carpa y hamaca, tan sólo necesito un lugar seguro donde dejar mis cosas. Me dicen que contacte con "el delegado" persona que representa la autoridad máxima del pueblo y le pida permiso para acampar en la plaza, me muestran su casa y me dirijo a hablar con él.
Al llegar le hago la misma pregunta, aunque solamente alcance a decir donde puedo pasar la noche, y el ya me respondió que me quedará en su casa. Nada de presentaciones, ni credenciales. Soy alguien que viene de lejos en bicicleta y tengo su confianza. Me pasa un buen lugar techado dentro de su casa donde coloco mi hamaca, y me quedo dos días en este pueblo, disfrutando de las fiestas locales, la música, los rodeos, las misas en lengua Maya, y sobretodo, compartiendo con la gente del sector.
Y así, descansado y feliz sigo mi recorrido. Mi siguiente destino, al menos planificado es Mérida. Llego a esta ciudad algunas horas antes del anochecer. Efraín, un activista local me recibe en su casa. Al igual que en Chetumal me invita a una rodada local alrededor de la ciudad para comenzar a socializar. Pero acá me llevo una sorpresa. No son veinte ni treinta los ciclistas, sino que son alrededor de ochocientos. La cantidad es impresionante, y al salir a rodar literalmente se toman las calles de la ciudad. Es el grupo ciclista mas grande que he conocido y fue un excelente momento para conocer gente local.
Producto de esta pedaleada, conozco a don Abraham, un mexicano que tiene otro grupo ciclista, un poco mas pequeño, quien me invita a la noche siguiente a rodar por la ciudad rumbo a un parque muy bello. En el camino nos comimos unos buenos tacos al mas puro estilo mexicano y nuevamente conocer un grupo interesante de personas.
Así pasan los días en esta ciudad, son días tranquilos, visitando los lugares interesantes, y en general compartiendo con los amantes locales de la bicicleta.
Casi a mediados de Mayo hago ingreso a México, saliendo desde Belice para entrar en Chetumal, lugar donde paro a descansar por algunos días en la casa de Paco, un mexicano y anfitrión de primera quien junto con su amiga Nancy me fueron a recibir en bicicleta a la entrada de la ciudad. Un par de cervezas, un almuerzo, un par de historias del viaje, y rápidamente comienzo a hacer amistad con esta maravillosa gente.
Mi grupo de amigos de esta primera ciudad: los ciclistas locales. Paco me presenta a sus amigos, con quienes salimos a pedalear y dar una buena vuelta por la localidad; todo esto como manera de promover la bicicleta como medio de transporte moderno y no contaminante. Es un excelente momento para hacer buenos amigos, comer buenos asados, y sobretodo charlar, comenzando a internalizar la cultura Mexicana.
Luego de haber abusado de Rocinante por las rutas salvajes de centroamérica, es que la bicicleta necesita urgentemente irse a taller. Mi presupuesto viene delgado, y sin siquiera pedir ayuda, Don Joel y Aquiles (dos ciclistas locales y amigos de Paco) se ofrecen a pagarme una mantención completa de la bicicleta, lo cual me viene de perillas, además es buen momento para entender a la maravillosa gente de México.
En Chetumal descansé casi una semana y ya con la energías repuestas comienzo mi recorrido.
Salgo escoltado por un grupo de ciclistas, y luego de dos cuadras, don Joel nos invita a comer algunas empanadas para partir con energías. Como ya es muy tarde, es buena idea parar. Nos comemos esas empanadas, y luego intento salir nuevamente de la ciudad, y soy escoltado por Juan quien me deja en la salida para emprender rumbo a Mérida, la capital del estado del Yucatán. Bueno, al menos eso creo durante algunos minutos, pués al lado mío aparece un motociclista con su mujer atrás... Es Don Joel y su esposa, quien nuevamente vienen a despedirse. Avanzamos camino durante algunos minutos y paramos en un negocio a un costado de la carretera a tomarnos un pozol, una bebida local buenísima, y a conversar los últimos minutos antes de partir definitivamente.
Don Joel me ha regalado un mapa muy detallado de las rutas de México, así que decido avanzar por la península a través de caminos secundarios, caminos de pueblos pequeños, en donde la gente habla las antiguas lenguas Mayas.
Avanzo por la carretera hasta Lázaro Cárdenas. Un pequeño pueblo cercanos a unas ruinas Mayas. Son cerca del mediodía y hago una parada en una tienda a hacer algunas compras y cocinar mi comida. Le pregunto a Don Juan (un habitante del sector) si puedo cocinar en una de las mesas afuera de su negocio. El mira siempre amable, siempre sonriente y siempre con un chiste entre labios. Y me dice:
- Mira muchacho, acá en mi casa mando yo, así que le pediré a mi mujer que te cocine, y puedas comer bien antes de seguir camino.- A lo cual yo le respondo:
- ¿No se irá a incomodar la señora, por cocinarle a un desconocido?-
- Es necesario que el hombre mande en la casa, y así deberás hacer tú cuando te cases. Responde don Juan.
Luego de esto el llama a su señora, pero ella no responde, al parecer no lo escucho pues estaba ocupada dentro de la casa. Se pone a pensar algunos momentos y después me dice:
- jajajaja, mejor pasa a cocinar tú adentro muchacho, no sea que por quedar bien contigo después tenga problemas con la patrona- Todo un personaje este mexicano, pienso para adentro. Pero poco a poco sigo experimentando la calidez de este pueblo, de su bella gente. Y con varias anécdotas muy similares a esta sigo mi camino. Por los bellos pueblos habitados por los descendientes de los antiguos Mayas.
Ya casi llegando a Mérida, y algunos días después de entrar en los pequeños pueblos, nuevamente paro a comprar a un costado de la ruta. El dueño del local me cuenta que en el poblado vecino de X-Yatil se está haciendo una celebración. Aún me quedan unos 40 km para completar el kilometraje diario, pero que mas dá. Ver una fiesta local vale la pena y decido parar.
Entro al pueblo y me pongo a conversar con la gente local, les pregunto donde puedo pasar la noche, que conmigo llevo carpa y hamaca, tan sólo necesito un lugar seguro donde dejar mis cosas. Me dicen que contacte con "el delegado" persona que representa la autoridad máxima del pueblo y le pida permiso para acampar en la plaza, me muestran su casa y me dirijo a hablar con él.
Al llegar le hago la misma pregunta, aunque solamente alcance a decir donde puedo pasar la noche, y el ya me respondió que me quedará en su casa. Nada de presentaciones, ni credenciales. Soy alguien que viene de lejos en bicicleta y tengo su confianza. Me pasa un buen lugar techado dentro de su casa donde coloco mi hamaca, y me quedo dos días en este pueblo, disfrutando de las fiestas locales, la música, los rodeos, las misas en lengua Maya, y sobretodo, compartiendo con la gente del sector.
Y así, descansado y feliz sigo mi recorrido. Mi siguiente destino, al menos planificado es Mérida. Llego a esta ciudad algunas horas antes del anochecer. Efraín, un activista local me recibe en su casa. Al igual que en Chetumal me invita a una rodada local alrededor de la ciudad para comenzar a socializar. Pero acá me llevo una sorpresa. No son veinte ni treinta los ciclistas, sino que son alrededor de ochocientos. La cantidad es impresionante, y al salir a rodar literalmente se toman las calles de la ciudad. Es el grupo ciclista mas grande que he conocido y fue un excelente momento para conocer gente local.
Producto de esta pedaleada, conozco a don Abraham, un mexicano que tiene otro grupo ciclista, un poco mas pequeño, quien me invita a la noche siguiente a rodar por la ciudad rumbo a un parque muy bello. En el camino nos comimos unos buenos tacos al mas puro estilo mexicano y nuevamente conocer un grupo interesante de personas.
Así pasan los días en esta ciudad, son días tranquilos, visitando los lugares interesantes, y en general compartiendo con los amantes locales de la bicicleta.
Rompiendo esquemas: momentos de seguir las reglas y momentos en que no.
Siempre me ha gustado romper esquemas, salir de lo "normal" y entender cuando es momento de seguir las reglas y cuando no. Durante estos días Alejandra ha venido a hacerme una visita, así que es momento de dejar las reglas del cicloturismo de lado, dejar a Rocinante en Mérida, y partir rumbo a Cancún en un bus, para buscar a Alejandra. Serán cerca de 15 días en los que recorreré México no como aventurero, sino como un turista normal, junto a una bella compañía.
Juntos recorrimos una buena parte de México; La Peninsula del Yucatán, y el estado de Chiapas. Un buen tiempo juntos, conociendo algunos de los bellos lugares de esta tierra.
Juntos recorrimos una buena parte de México; La Peninsula del Yucatán, y el estado de Chiapas. Un buen tiempo juntos, conociendo algunos de los bellos lugares de esta tierra.
Rumbo al DF
Luego de descansar algunos días, llego temprano a Mérida. Al revisar los kilómetros de distancia (En google maps) para llegar a mi destino final, me doy cuenta de que no tengo el tiempo suficiente. Así que simplemente monto las cosas en la bicicleta, y durante ese mismo día salgo a las rutas de la península de Yucatán.
Como siempre decido salir, por las rutas secundarias y llenas de pueblos.
Como ya he mencionado antes, me ha encantado México, y sobre todo su diversidad cultural. Así como se ven muchos latinos, la cantidad de poblaciones indígenas abunda. En estos lugares son los descendientes de los Mayas quienes viven, pero así también y desde hace mas de cien años; los menonitas. Gente religiosa, con aspecto de Alemanes, que habitan en algunos pueblos de México.
Durante una de las jornadas de pedaleo y debido a una fuerte lluvia, debí parar simplemente en cualquier lugar. Al preguntar en una casa por permiso para cubrirme del agua, de casualidad fui a dar a una villa de Menonitas. La lluvia era fuerte, y me atendió la dueña de casa y sus hijos. Juntos esperámos a la llegada del padre de la casa, para pedirle permiso para colocar mi carpa en el patio.
Pasamos toda la tarde conversando, y una buena parte de la noche. Ellos me hablaban de los origenes y tradiciones de los menonitas y yo de mi patria; Chile. Compartímos también una buena cena, un buen desayuno. En fin, un muy buen momento con estos mexicanos tan diferentes del resto, pero tan mexicanos como el que más.
Y así lentamente sigo mi camino, a la velocidad de las tortugas. Paso por simpáticos pueblos de muy pocos habitantes. Descanso algunos días en Campeche; una bella ciudad amurallada, muy romántica de por si, y sigo mi camino, siempre bordeando la costa del mar caribe mexicano.
Durante mi paso por México, me llamó la atención la cantidad de serpientes que pude ver a un costado del camino, generalmente atropelladas, y así también vivas.
Pedaleando cerca de Ciudad del Carmen decidí hacer una parada para almorzar, me ubiqué a orillas de mar bajo la sombra de unos árboles. Mientras cocinaba sentado en la arena, comencé a sentir que algo se movía detrás de mí, algo trataba de pasarme por arriba. Al pararme, pasa por entre mis piernas una serpiente de casi un metro. Ni tiempo tuve de asustarme, y el reptil huyo por entre la vegetación. Pensé que debía ser una casualidad, por lo que seguí cocinando.
Luego de comer me dieron ganas de dormir una siesta; nuevamente pienso que lo de la serpiente fue solo una casualidad por lo que me animo y me quedo dormido. Luego de una media hora de siesta, bajo la sombra de los árboles, y con el sonido del mar, me despierto subitamente; algo se mueve alrededor de mi brazo. Es otra serpiente, mucho mas pequeña que la anterior, pero al sentir mi movimiento huyó. Con esta si tengo tiempo de preocuparme, por lo que tomo mis cosas y decido seguir camino. Este lugar esta infectado de estos animales y no quiero llevarme una mordida por tentar la suerte.
Las tierras del estado de Campeche son calientes, muy húmedas, y a una costado del camino solo hay mar, selva, serpientes y mosquitos implacables.
Luego de algunos días entro en el estado de Tabasco; una tierra con mala reputación, pero que a mí me ha parecido de gente muy amable. Los paisajes cambian, la densa selva queda atrás, y aparecen los pantanos.
Mi primer rumbo; la ciudad de Villahermosa. Una ciudad grande y con un tráfico que puede volver loco al mas tranquilo de los ciclistas.
Al entrar a la ciudad me dirijo rumbo a la plaza de armas, el cielo se ha vuelto plomo, y necesito cubrirme, pués se viene el aguacero. En este lugar me encuentro con un gran grupo de trabajadores. Todos protestando y pidiendo ser reincorporados a sus funciones, pués fueron recién despedidos. Me ubico debajo de sus carpas, y comenzamos a compartir historias.
Una grata tarde pasé con toda esta gente, comiendo comida típica, riéndonos fuerte y en fin, disfrutando a lo tabasqueño.
La verdad es que las carreteras normalmente me aburren, así que aprovechando que las montañas se encuentran cerca, decido dirigirme rumbo a la sierra de Veracruz. Una dura subida que me deja agotadísimo, ya llevo unos meses pedaleando por lugares planos, y el cambiar el tipo de ruta me deja con un cansancio de esos que vienen pocas veces. Pero el esfuerzo trae su recompensa. Detrás de las duras subidas aparecen los bellos paisajes, las cascadas, los ríos, los pueblos en donde se hablan lenguas extrañas para mí. La gente se muestra muy sorprendida con mi visita, pero me tratan muy bien.
Muchas veces escuché decir que la gente de la sierra era complicada, que para un mexicano de otros lados, no es una buena idea ir a esos lados a tomarse una cerveza. Pero para mi fue un muy buen tiempo. El llegar de una manera poco tradicional, el hacer pensar a los campesinos en "el marciano de la bicicleta" hizo que mi contacto con la gente fuese muy grato.
Durante esos días en la sierra es que tuve una muy buena caída en mi bicicleta, tan así que mis alforjas quedaron rotas, tanto las delanteras como las traseras. Afortunadamente a unos metros había un pequeño río, en donde coloque mi carpa y durante la mañana del siguiente día me dediqué a reparar las alforjas.
Y así fueron los días en estas montañas, agotadores, pero muy bonitos.
Y sigue la rodada por las tierras de México, siempre experimentando el calor de su gente, compartiendo con los las pobres, escuchando sus historias, sus risas, sus miedos al escuchar por los lugares por los que he pasado.
Al momento de terminar de escribir este capítulo del diario de viaje, me encuentro en el Distrito Federal, la cápital de Mexico. Con ganas de quedarme pero el viaje debe continuar. Muchos han sido los gratos momentos, las anécdotas (aquí solo se reflejan unas pocas) y en fin, un tremendo país, y muy linda gente.
Como siempre les mando un abrazo a los grandes que conocí por acá: Paco, Nancy, Aquiles, Ivan, Don Joel, Efraín, Charly, Memo y muchos más que se me quedan en el tintero, que por vivir en zonas remotas sin internet no me es posible retomar su contacto. A todos un abrazo y ¡que viva México!
Como siempre decido salir, por las rutas secundarias y llenas de pueblos.
Como ya he mencionado antes, me ha encantado México, y sobre todo su diversidad cultural. Así como se ven muchos latinos, la cantidad de poblaciones indígenas abunda. En estos lugares son los descendientes de los Mayas quienes viven, pero así también y desde hace mas de cien años; los menonitas. Gente religiosa, con aspecto de Alemanes, que habitan en algunos pueblos de México.
Durante una de las jornadas de pedaleo y debido a una fuerte lluvia, debí parar simplemente en cualquier lugar. Al preguntar en una casa por permiso para cubrirme del agua, de casualidad fui a dar a una villa de Menonitas. La lluvia era fuerte, y me atendió la dueña de casa y sus hijos. Juntos esperámos a la llegada del padre de la casa, para pedirle permiso para colocar mi carpa en el patio.
Pasamos toda la tarde conversando, y una buena parte de la noche. Ellos me hablaban de los origenes y tradiciones de los menonitas y yo de mi patria; Chile. Compartímos también una buena cena, un buen desayuno. En fin, un muy buen momento con estos mexicanos tan diferentes del resto, pero tan mexicanos como el que más.
Y así lentamente sigo mi camino, a la velocidad de las tortugas. Paso por simpáticos pueblos de muy pocos habitantes. Descanso algunos días en Campeche; una bella ciudad amurallada, muy romántica de por si, y sigo mi camino, siempre bordeando la costa del mar caribe mexicano.
Durante mi paso por México, me llamó la atención la cantidad de serpientes que pude ver a un costado del camino, generalmente atropelladas, y así también vivas.
Pedaleando cerca de Ciudad del Carmen decidí hacer una parada para almorzar, me ubiqué a orillas de mar bajo la sombra de unos árboles. Mientras cocinaba sentado en la arena, comencé a sentir que algo se movía detrás de mí, algo trataba de pasarme por arriba. Al pararme, pasa por entre mis piernas una serpiente de casi un metro. Ni tiempo tuve de asustarme, y el reptil huyo por entre la vegetación. Pensé que debía ser una casualidad, por lo que seguí cocinando.
Luego de comer me dieron ganas de dormir una siesta; nuevamente pienso que lo de la serpiente fue solo una casualidad por lo que me animo y me quedo dormido. Luego de una media hora de siesta, bajo la sombra de los árboles, y con el sonido del mar, me despierto subitamente; algo se mueve alrededor de mi brazo. Es otra serpiente, mucho mas pequeña que la anterior, pero al sentir mi movimiento huyó. Con esta si tengo tiempo de preocuparme, por lo que tomo mis cosas y decido seguir camino. Este lugar esta infectado de estos animales y no quiero llevarme una mordida por tentar la suerte.
Las tierras del estado de Campeche son calientes, muy húmedas, y a una costado del camino solo hay mar, selva, serpientes y mosquitos implacables.
Luego de algunos días entro en el estado de Tabasco; una tierra con mala reputación, pero que a mí me ha parecido de gente muy amable. Los paisajes cambian, la densa selva queda atrás, y aparecen los pantanos.
Mi primer rumbo; la ciudad de Villahermosa. Una ciudad grande y con un tráfico que puede volver loco al mas tranquilo de los ciclistas.
Al entrar a la ciudad me dirijo rumbo a la plaza de armas, el cielo se ha vuelto plomo, y necesito cubrirme, pués se viene el aguacero. En este lugar me encuentro con un gran grupo de trabajadores. Todos protestando y pidiendo ser reincorporados a sus funciones, pués fueron recién despedidos. Me ubico debajo de sus carpas, y comenzamos a compartir historias.
Una grata tarde pasé con toda esta gente, comiendo comida típica, riéndonos fuerte y en fin, disfrutando a lo tabasqueño.
La verdad es que las carreteras normalmente me aburren, así que aprovechando que las montañas se encuentran cerca, decido dirigirme rumbo a la sierra de Veracruz. Una dura subida que me deja agotadísimo, ya llevo unos meses pedaleando por lugares planos, y el cambiar el tipo de ruta me deja con un cansancio de esos que vienen pocas veces. Pero el esfuerzo trae su recompensa. Detrás de las duras subidas aparecen los bellos paisajes, las cascadas, los ríos, los pueblos en donde se hablan lenguas extrañas para mí. La gente se muestra muy sorprendida con mi visita, pero me tratan muy bien.
Muchas veces escuché decir que la gente de la sierra era complicada, que para un mexicano de otros lados, no es una buena idea ir a esos lados a tomarse una cerveza. Pero para mi fue un muy buen tiempo. El llegar de una manera poco tradicional, el hacer pensar a los campesinos en "el marciano de la bicicleta" hizo que mi contacto con la gente fuese muy grato.
Durante esos días en la sierra es que tuve una muy buena caída en mi bicicleta, tan así que mis alforjas quedaron rotas, tanto las delanteras como las traseras. Afortunadamente a unos metros había un pequeño río, en donde coloque mi carpa y durante la mañana del siguiente día me dediqué a reparar las alforjas.
Y así fueron los días en estas montañas, agotadores, pero muy bonitos.
Y sigue la rodada por las tierras de México, siempre experimentando el calor de su gente, compartiendo con los las pobres, escuchando sus historias, sus risas, sus miedos al escuchar por los lugares por los que he pasado.
Al momento de terminar de escribir este capítulo del diario de viaje, me encuentro en el Distrito Federal, la cápital de Mexico. Con ganas de quedarme pero el viaje debe continuar. Muchos han sido los gratos momentos, las anécdotas (aquí solo se reflejan unas pocas) y en fin, un tremendo país, y muy linda gente.
Como siempre les mando un abrazo a los grandes que conocí por acá: Paco, Nancy, Aquiles, Ivan, Don Joel, Efraín, Charly, Memo y muchos más que se me quedan en el tintero, que por vivir en zonas remotas sin internet no me es posible retomar su contacto. A todos un abrazo y ¡que viva México!