Venezuela
Luego de menos de una semana de recorrido y descanso en Brasil, ha llegado el momento de entrar a la misteriosa Venezuela. El paso por Brasil ha sido obligatorio, pues no existe una ruta directa entre Guyana y este país, dado los problemas limítrofes en la Guyana Esequiba, una zona en reclamación por parte de estos dos países.
Venezuela es un país que genera ciertas expectativas antes de ingresar en él. Todos los turistas me han hablado de un país muy peligroso, con niveles de criminalidad y corrupción muy por encima de la media latinoamericana, y me han nombrado numerosos casos de eventos desafortunados. Por otro lado, los viajeros con experiencia me han hablado de que las mejores personas habitan este país, una calidad humana de nota máxima. En definitiva, entro con emoción en los mágicos paisajes de este país.
La Gran Sabana
Un buen par de horas subiendo una cuesta por la Sierra Pacaraima en Brasil, y ante mis ojos se abre un bello escenario. Un tipo de paisaje que no había visto antes en mi vida. Me encuentro cerca de los 1000 mts de altura, y en el paisaje se divisa un tipo de planicie, con innumerables pequeñas colinas, y como telón de fondo, extrañas montañas, con planicies en sus cimas. Estas montañas son los Tepuis; formaciones montañosas que se dicen son las más antiguas del planeta.
Decido hacer mi primera parada a descansar en el pueblo de Santa Helena de Huairén, preparándome para el primer recorrido de Venezuela. La gente me comienza a comentar de lo peligroso que está el país, la inseguridad, la corrupción, y me comentan que por estas variables mi forma de viaje no dará muchos resultados en este país. Eso lo veremos, creo que la opinión de los viajeros con experiencia, es la que mas debo tomar en cuenta.
Me dirijo rumbo al pueblo de Parai Tepui, rumbo a las tierras de los indios Pemones. Dada la dificultad del camino, debo acampar a un costado de este, pues no me dio tiempo de llegar a destino. Armo la carpa e intento dormir. Algo extraño me sucede, siento miedo y casi no consigo dormir. Esto no me había sucedido antes, ni siquiera en la Selva. Sin embargo el lugar que escojo es prácticamente invisible desde la mayoría de los puntos del valle o la montaña. Luego los indios me contaron que en este lugar han sucedido muchos asesinatos, es un lugar peligroso, y de haberlo sabido, definitivamente hubiera acampado en otro lugar.
Al día siguiente llego a este particular pueblo, y comienzo a entablar amistad con los locales. Me invitan a tomar un Cachiri; una chicha local, que se comparte con quienes llegan a casa, luego nos tomamos unas cervezas, e iniciamos conversaciones para subir a la montaña mas antigua del planeta: El Roraima, uno de los tepuis sagrados de la gran sabana. Fueron cinco días de caminata intensa, cargando mi equipaje en un Guayare (Una mochila hecha de palos y mimbre) junto a a mi guía Pemón, para ascender a la montaña y volver al punto de inicio. El ascenso fue duro, pero la dificultad fue compensada con las maravillosas vistas de las cumbres de este tepui. Paisajes lunares en sus cumbres, valles de cristales, y paisajes amplios observados desde sus alturas fueron el premio a este esfuerzo. Desde sus alturas se puede divisar la gran sabana en todo su esplendor, el tepui Kukenan, así como la inmensidad de la selva guyanesa. Todo esto me hacía sentir invadido de emociones intensas, de estar inmerso en un lugar congelado en el tiempo, algo así como una morada de dioses.
Cinco días de caminata y llegamos nuevamente al pueblo. Justo en ese instante, se estaba celebrando un campeonato de fútbol local, y se premiaría al equipo campeón. Las mesas estaban llenas de comida, cachiri, y kasabe. Tanto fue el desgaste de esos días que no podía hacer mas que mirar fija e intensamente esa mesa. Mi cocinilla se había roto y ni hablar de restaurantes cerca, esa mesa era mi única oportunidad de comida. Decido aportar con una Coca-cola a la celebración, lo cual fue retribuido con un puesto en la mesa, sentado junto al líder indígena de la aldea. Si hay algo que he podido aprender de los Taurepán (pemones), es que en la alegría, la comida, y la pobreza, todo se comparte.
Decido hacer mi primera parada a descansar en el pueblo de Santa Helena de Huairén, preparándome para el primer recorrido de Venezuela. La gente me comienza a comentar de lo peligroso que está el país, la inseguridad, la corrupción, y me comentan que por estas variables mi forma de viaje no dará muchos resultados en este país. Eso lo veremos, creo que la opinión de los viajeros con experiencia, es la que mas debo tomar en cuenta.
Me dirijo rumbo al pueblo de Parai Tepui, rumbo a las tierras de los indios Pemones. Dada la dificultad del camino, debo acampar a un costado de este, pues no me dio tiempo de llegar a destino. Armo la carpa e intento dormir. Algo extraño me sucede, siento miedo y casi no consigo dormir. Esto no me había sucedido antes, ni siquiera en la Selva. Sin embargo el lugar que escojo es prácticamente invisible desde la mayoría de los puntos del valle o la montaña. Luego los indios me contaron que en este lugar han sucedido muchos asesinatos, es un lugar peligroso, y de haberlo sabido, definitivamente hubiera acampado en otro lugar.
Al día siguiente llego a este particular pueblo, y comienzo a entablar amistad con los locales. Me invitan a tomar un Cachiri; una chicha local, que se comparte con quienes llegan a casa, luego nos tomamos unas cervezas, e iniciamos conversaciones para subir a la montaña mas antigua del planeta: El Roraima, uno de los tepuis sagrados de la gran sabana. Fueron cinco días de caminata intensa, cargando mi equipaje en un Guayare (Una mochila hecha de palos y mimbre) junto a a mi guía Pemón, para ascender a la montaña y volver al punto de inicio. El ascenso fue duro, pero la dificultad fue compensada con las maravillosas vistas de las cumbres de este tepui. Paisajes lunares en sus cumbres, valles de cristales, y paisajes amplios observados desde sus alturas fueron el premio a este esfuerzo. Desde sus alturas se puede divisar la gran sabana en todo su esplendor, el tepui Kukenan, así como la inmensidad de la selva guyanesa. Todo esto me hacía sentir invadido de emociones intensas, de estar inmerso en un lugar congelado en el tiempo, algo así como una morada de dioses.
Cinco días de caminata y llegamos nuevamente al pueblo. Justo en ese instante, se estaba celebrando un campeonato de fútbol local, y se premiaría al equipo campeón. Las mesas estaban llenas de comida, cachiri, y kasabe. Tanto fue el desgaste de esos días que no podía hacer mas que mirar fija e intensamente esa mesa. Mi cocinilla se había roto y ni hablar de restaurantes cerca, esa mesa era mi única oportunidad de comida. Decido aportar con una Coca-cola a la celebración, lo cual fue retribuido con un puesto en la mesa, sentado junto al líder indígena de la aldea. Si hay algo que he podido aprender de los Taurepán (pemones), es que en la alegría, la comida, y la pobreza, todo se comparte.
Por los llanos venezonalos
El punto de inicio de este tramo es Ciudad Bolívar , el lugar de encuentro que fijamos con Dimitri. En Parai Tepui coincidimos con este viajero en bicicleta, y decidimos juntar nuestro recorrido por Venezuela desde Ciudad Bolivar, hasta la costa colombiana.
Salimos muy temprano por la mañana y tomamos rumbo al Tigre. El camino transcurre lento, pues los policías constantemente nos detienen y nos interrogan acerca de los propósitos de nuestro viaje, y también cuantos dolares cargamos, a lo cual siempre respondemos que nada.
Pedaleamos hasta las cinco de la tarde, luego buscamos un lugar donde dormir. La gente nos ha dicho que las carreteras son peligrosas, por lo que decidimos preguntar en las fincas por un lugar para colocar las carpas. Nos apartamos del camino, por una trilla con mucha arena, hasta llegar a la primera finca. Preguntamos acerca de la posibilidad de quedarnos, y nos dicen que es necesario esperar la llegada de la dueña del lugar. Decidimos esperar, pues ya entró la noche. Sin embargo, mientras avanzamos para ubicar nuestras bicicletas, las mujeres y los niños entran en las casas y solo quedan un par de hombres afuera, con quienes decidimos conversar de nuestro viaje. Luego de una media hora llegan los dueños y quienes nos reciben inicialmente hablan por nosotros para hospedarnos. Salen los autos, no entendemos que pasa, luego entran y nos dicen que podemos colocar las carpas.
Pasamos una buena cantidad de horas conversando con la gente de la finca, riéndonos fuerte, y nos trataron de lujo. Durante las conversaciones nos explicaron como funcionan las cosas en los llanos. En las fincas las personas están cargadas de armas, pues la inseguridad es tal, que deben buscar medios por los cuales velar por su seguridad. Nos dicen que nos han recibido bien, sin embargo de llegar una hora mas tarde, nos hubieran recibido a escopetazos, pues es la hora en que los malandros salen a "trabajar" y la "entrada y salida" del auto al momento de llegar a la finca, fue debido a que pensaron que la finca estaba bajo asalto, y venían con mucho cuidado a chequear que todo estuviera en orden, obviamente cargados de armas. Las cosas se comienzan a volver muy emocionantes, me sorprende el calor con el que nos recibe la gente, lo amables y conversadores que son los venezolanos, en fin, viviendo el país como los viajeros.
Al día siguiente nos levantamos temprano, y nos dirigimos al estado de Guarico. Estamos entrando oficialmente en los llanos venezolanos, una zona agrícola y ganadera, con gente cálida y amable, ruda y acogedora. Durante la tarde de este segundo día nos detiene la policía móvil de El Tigre. Pensamos que sería un control rutinario pero no fue así. Nos subieron en su bus y registraron nuestras maletas completamente. Nos preguntaban repetidamente si cargábamos dólares, revisaron nuestras billeteras y tomaron nuestro dinero. Los dólares se encontraban escondidos en otro lugar, al ver que tomaron los dolares guyaneses nos los devolvieron, pues estos no valen nada fuera de Guyana, y comenzaron a exigirnos el pago de 200 bolívares para dejarnos ir. Nosotros explicamos que somos viajeros de bajo presupuesto, que no pagamos hoteles ni restaurantes, que cocinamos nuestra comida y que dormimos en las fincas, para protegernos de los ladrones, por lo que darles el dinero es pasar hambre para nosotros.
Uno de los policías (el que parecía bueno para nosotros) dice al corrupto que nos deje ir, pues deben moverse a otro lugar, bajan nuestras cosas del bus y se van. Revisamos nuestras alforjas, y ¡caramba! Los policías nos han robado una cámara fotográfica. Han aprovechado este breve lapso para robar e irse.
Comentamos a la gente local acerca de este suceso, y comienzan a contarnos infinidad de historias de personas que han sufrido de la corrupción de la policía local, ponemos una denuncia y seguimos camino. El sistema está corrompido a tal punto que creo que es mejor seguir viajando con un perfil bajo.
Cerca de mil kilómetros pedaleamos por los estados llaneros de Venezuela, y a pesar de la policía la calidad humana de este país se hizo notar. Gente alegre, nos daban agua y comida casi todos los días, tomamos un cariño profundo por este país. Personalmente me ha encantado; sus paisajes tan diversos, y su gente humilde que de continuo nos invitaban a hospedar en sus casas sin siquiera conocernos, me lleva a pensar en que mientras mas humildes las personas, mas alta es su calidad humana.
Salimos muy temprano por la mañana y tomamos rumbo al Tigre. El camino transcurre lento, pues los policías constantemente nos detienen y nos interrogan acerca de los propósitos de nuestro viaje, y también cuantos dolares cargamos, a lo cual siempre respondemos que nada.
Pedaleamos hasta las cinco de la tarde, luego buscamos un lugar donde dormir. La gente nos ha dicho que las carreteras son peligrosas, por lo que decidimos preguntar en las fincas por un lugar para colocar las carpas. Nos apartamos del camino, por una trilla con mucha arena, hasta llegar a la primera finca. Preguntamos acerca de la posibilidad de quedarnos, y nos dicen que es necesario esperar la llegada de la dueña del lugar. Decidimos esperar, pues ya entró la noche. Sin embargo, mientras avanzamos para ubicar nuestras bicicletas, las mujeres y los niños entran en las casas y solo quedan un par de hombres afuera, con quienes decidimos conversar de nuestro viaje. Luego de una media hora llegan los dueños y quienes nos reciben inicialmente hablan por nosotros para hospedarnos. Salen los autos, no entendemos que pasa, luego entran y nos dicen que podemos colocar las carpas.
Pasamos una buena cantidad de horas conversando con la gente de la finca, riéndonos fuerte, y nos trataron de lujo. Durante las conversaciones nos explicaron como funcionan las cosas en los llanos. En las fincas las personas están cargadas de armas, pues la inseguridad es tal, que deben buscar medios por los cuales velar por su seguridad. Nos dicen que nos han recibido bien, sin embargo de llegar una hora mas tarde, nos hubieran recibido a escopetazos, pues es la hora en que los malandros salen a "trabajar" y la "entrada y salida" del auto al momento de llegar a la finca, fue debido a que pensaron que la finca estaba bajo asalto, y venían con mucho cuidado a chequear que todo estuviera en orden, obviamente cargados de armas. Las cosas se comienzan a volver muy emocionantes, me sorprende el calor con el que nos recibe la gente, lo amables y conversadores que son los venezolanos, en fin, viviendo el país como los viajeros.
Al día siguiente nos levantamos temprano, y nos dirigimos al estado de Guarico. Estamos entrando oficialmente en los llanos venezolanos, una zona agrícola y ganadera, con gente cálida y amable, ruda y acogedora. Durante la tarde de este segundo día nos detiene la policía móvil de El Tigre. Pensamos que sería un control rutinario pero no fue así. Nos subieron en su bus y registraron nuestras maletas completamente. Nos preguntaban repetidamente si cargábamos dólares, revisaron nuestras billeteras y tomaron nuestro dinero. Los dólares se encontraban escondidos en otro lugar, al ver que tomaron los dolares guyaneses nos los devolvieron, pues estos no valen nada fuera de Guyana, y comenzaron a exigirnos el pago de 200 bolívares para dejarnos ir. Nosotros explicamos que somos viajeros de bajo presupuesto, que no pagamos hoteles ni restaurantes, que cocinamos nuestra comida y que dormimos en las fincas, para protegernos de los ladrones, por lo que darles el dinero es pasar hambre para nosotros.
Uno de los policías (el que parecía bueno para nosotros) dice al corrupto que nos deje ir, pues deben moverse a otro lugar, bajan nuestras cosas del bus y se van. Revisamos nuestras alforjas, y ¡caramba! Los policías nos han robado una cámara fotográfica. Han aprovechado este breve lapso para robar e irse.
Comentamos a la gente local acerca de este suceso, y comienzan a contarnos infinidad de historias de personas que han sufrido de la corrupción de la policía local, ponemos una denuncia y seguimos camino. El sistema está corrompido a tal punto que creo que es mejor seguir viajando con un perfil bajo.
Cerca de mil kilómetros pedaleamos por los estados llaneros de Venezuela, y a pesar de la policía la calidad humana de este país se hizo notar. Gente alegre, nos daban agua y comida casi todos los días, tomamos un cariño profundo por este país. Personalmente me ha encantado; sus paisajes tan diversos, y su gente humilde que de continuo nos invitaban a hospedar en sus casas sin siquiera conocernos, me lleva a pensar en que mientras mas humildes las personas, mas alta es su calidad humana.
En las alturas de los Andes
Luego de mil kilómetros por los llanos y de avanzar rápido, hemos llegado a los pies de la Cordillera de los Andes. Nos encontramos en la ciudad de Barinas, en donde los bomberos nos reciben cordialmente.
Temprano por la mañana comenzamos a ascender. Nos esperan alrededor de cien kilómetros de subida. Los cuales enfrentamos en dos días hasta llegar a la laguna de Mucubají a 3550 mts de altura, ubicado al lado del paso. Decidimos acampar en este lugar y al día siguiente partir rumbo a Mérida, la capital del estado. El descenso desde las alturas es definitivamente sobrecogedor. La belleza de los paisajes, de los pequeños pueblos de páramo son para avanzar lento, disfrutando cada imagen de las comunidades y las montañas de fondo.
Ya en Mérida aprovechamos de descansar antes de pedalear el último tramo para entrar en Colombia.
En esta ciudad nos recibe Omar y su familia, quienes nos dan una recepción de primera. Aprovechamos de descansar y de hacer un poco de turismo de manera convencional, sin embargo, gran parte de los atractivos de la ciudad se encuentran cerrados, pues son las elecciones de Gobernador. Con esta familia comenzamos a comprender el efecto del presidente Chávez en el país. Si bien fuera de las fronteras éste es visto como un dictador, al interior del país, la gran mayoría lo quiere, pues representa una oportunidad de justicia e igualdad en un país históricamente saqueado por las fuerzas del "Imperio".
Al día siguiente, y ya bien entrada la mañana, partimos rumbo a la frontera. Hemos planeado una ruta por algunos pueblos de páramo para seguir viviendo los intensos paisajes cordilleranos de Venezuela, sin embargo el cansancio comienza a pasarnos la cuenta. Mi pedaleo es débil, y a la mañana del segundo día, Dimitri se lesiona a tal punto que es necesario replantear la ruta. Ya no pasaremos por los pequeños pueblos de páramo, y tomaremos la ruta mas directa rumbo a Colombia. Como digo siempre que acontece algo no planeado, "todo sucede por algo". Una vez llegado a la frontera nos comentan que ésta será cerrada en un par de horas y abierta luego de tres días, por lo que haber cambiado de ruta, fue un pequeño milagro que nos ayudo a entrar a tiempo a Colombia.
Definitivamente Venezuela es el país que más me ha marcado hasta este momento del viaje. La diversidad de sus paisajes, el calor de su gente hacen querer a este país hasta las entrañas.
Mando un tremendo saludo a quienes nos ayudaron en esta parte del viaje. Fueron muchos, ya sea con un vaso de agua, el permiso para colocar la carpa al interior de una finca, o el dejaros descansar al interior de sus casas.
Para Amluz, Milagros, Zulma, Ramón, Omar, Vianny, Jazz y su familia un gran saludo y las gracias por hacer aún mas especial el recorrido por este país.
Temprano por la mañana comenzamos a ascender. Nos esperan alrededor de cien kilómetros de subida. Los cuales enfrentamos en dos días hasta llegar a la laguna de Mucubají a 3550 mts de altura, ubicado al lado del paso. Decidimos acampar en este lugar y al día siguiente partir rumbo a Mérida, la capital del estado. El descenso desde las alturas es definitivamente sobrecogedor. La belleza de los paisajes, de los pequeños pueblos de páramo son para avanzar lento, disfrutando cada imagen de las comunidades y las montañas de fondo.
Ya en Mérida aprovechamos de descansar antes de pedalear el último tramo para entrar en Colombia.
En esta ciudad nos recibe Omar y su familia, quienes nos dan una recepción de primera. Aprovechamos de descansar y de hacer un poco de turismo de manera convencional, sin embargo, gran parte de los atractivos de la ciudad se encuentran cerrados, pues son las elecciones de Gobernador. Con esta familia comenzamos a comprender el efecto del presidente Chávez en el país. Si bien fuera de las fronteras éste es visto como un dictador, al interior del país, la gran mayoría lo quiere, pues representa una oportunidad de justicia e igualdad en un país históricamente saqueado por las fuerzas del "Imperio".
Al día siguiente, y ya bien entrada la mañana, partimos rumbo a la frontera. Hemos planeado una ruta por algunos pueblos de páramo para seguir viviendo los intensos paisajes cordilleranos de Venezuela, sin embargo el cansancio comienza a pasarnos la cuenta. Mi pedaleo es débil, y a la mañana del segundo día, Dimitri se lesiona a tal punto que es necesario replantear la ruta. Ya no pasaremos por los pequeños pueblos de páramo, y tomaremos la ruta mas directa rumbo a Colombia. Como digo siempre que acontece algo no planeado, "todo sucede por algo". Una vez llegado a la frontera nos comentan que ésta será cerrada en un par de horas y abierta luego de tres días, por lo que haber cambiado de ruta, fue un pequeño milagro que nos ayudo a entrar a tiempo a Colombia.
Definitivamente Venezuela es el país que más me ha marcado hasta este momento del viaje. La diversidad de sus paisajes, el calor de su gente hacen querer a este país hasta las entrañas.
Mando un tremendo saludo a quienes nos ayudaron en esta parte del viaje. Fueron muchos, ya sea con un vaso de agua, el permiso para colocar la carpa al interior de una finca, o el dejaros descansar al interior de sus casas.
Para Amluz, Milagros, Zulma, Ramón, Omar, Vianny, Jazz y su familia un gran saludo y las gracias por hacer aún mas especial el recorrido por este país.