De Saint George a Cayenne
Inicio mis primeras pedaleadas de la Guyana Francesa en la ciudad de Saint George, la frontera con Brasil. Siento en mi pecho una cierta emoción pues estoy entrando en un país donde no domino la lengua oficial, y por lo demás se hablan muchas lenguas. La variedad de colores que se pueden ver en las personas comienza a asombrarme. Por un lado blancos, por otro negros, por otro gente con rasgos indígenas y los infaltables brasileros presentes a lo largo de este interesante país.
Las rutas en este país se caracterizan por estar en impecables condiciones. Atrás quedan los sinuosos caminos de Brasil, para entrar en los asfaltados caminos guyaneses. De camino a Cayenne decido parar en Cacao, un pequeño pueblo en donde los pobladores son nada mas y nada menos que desde Laos. Alrededor del anos 1977 decenas de asiáticos arribaron a estas tierras en busca de oportunidades y huyendo de la guerra y las difíciles condiciones de su país El gobierno Francés con el objetivo de mejorar la agricultura local, les dio la bienvenida.
En este lugar es posible conocer extraños personajes, desde artesanos hasta cazadores de mariposas.
En el Bicho Latino
Con el paso del tiempo he ido aprendiendo a vivir. A vivir tranquilamente y día a día de pequeños milagros. Sin forzar nada, simplemente dejando que las cosas acontezcan. He internalizado lentamente que las cosas mas bellas del viaje simplemente llegan, y resultan ser mucho mejor que lo planeado.
Es así como una noche, recién llegando a Cayenne, la Capital de la Guyana Francesa, no pude encontrar ningún lugar donde alojar. En un principio desconcertado, luego tranquilo, ya que después de todo, las cosas siempre acontecen para mejor. Asi es que con este pensamiento me dirijo a la vecina comuna de Montjoly, rodeada de playas y palmeras. La noche estaba tranquila, de fondo una bella luna llena que iluminaba el bello paisaje rodeado de pequeñas islas, me recordaba dulcemente a mi hermana en Chile. En medio de este lugar y lejos de todo peligro, cierro los ojos y me entrego al dulce y reparador sueno en medio de la arena y el sonido hipnótico del mar.
Al día siguiente y con los primeros rayos del sol, algo me despertó no fue el sol en la cara, ni el agua que me mojara precisamente. Al frente mio se encontraba una mujer alta, con rasgos Europeos y un toque Argentino, quien con un suave golpe de pie me despertó Adelante mio la genial Chanti, una Belga, incansable viajera, con aventuras por gran parte del mundo, que el mas audaz de los viajeros gustaría de imitar. Me pregunta primero en francés y luego en un español con un marcado acento argentino, si me gustaría ir a su casa rodante que estaba cerca del lugar, allí podríamos compartir un desayuno y una buena conversación.
Caminamos por la playa, y finalmente llegamos a su famosa casa rodante, una inmensa Micro, adaptada para albergar a una familia. Estábamos ya en "El Bicho", que no dejo de sorprenderme por la alegría que irradiaba.
Y es así como después de un buen desayuno comienzo a integrarme con esta particular familia. seis anos de viaje llevan a bordo de esta maquina, recorriendo cada rincón de Latinoamerica y con su particular filosofía haciendo del viaje un estilo de vida.
Por un lado Matu, el esposo de Chanti, Argentino, buen conversador, el hombre de la casa, por otro, la pequeña Zaina, la hija que les vino como regalo del cielo durante su paso por Ecuador. he aquí los integrantes de esta particular familia.
Cerca de dos semanas permanecí en el bicho, disfrutando tranquila y lentamente cada día. Después de todo me encontraba con viajeros de largo tiempo, que adicional mente van haciendo el dinero para su sustento durante el camino. mucho que aprender tenia de ellos. sobre todo la tranquilidad con que ven la vida. Cada día era diferente, cada día era una jornada alegre. Durante las mañanas salia a recolectar cocos de las palmeras para compartir, durante la tarde aprovechaba de avanzar en mis lecturas del principito, y refrescarme en el mar, ademas de ir conversando e intercambiando experiencias con estos increíbles viajeros, con ellos conocí Cayenne y uno que otro lugar en las cercanías.
Para Chanti, Matu y Zaina un gran Abrazo.
Es así como una noche, recién llegando a Cayenne, la Capital de la Guyana Francesa, no pude encontrar ningún lugar donde alojar. En un principio desconcertado, luego tranquilo, ya que después de todo, las cosas siempre acontecen para mejor. Asi es que con este pensamiento me dirijo a la vecina comuna de Montjoly, rodeada de playas y palmeras. La noche estaba tranquila, de fondo una bella luna llena que iluminaba el bello paisaje rodeado de pequeñas islas, me recordaba dulcemente a mi hermana en Chile. En medio de este lugar y lejos de todo peligro, cierro los ojos y me entrego al dulce y reparador sueno en medio de la arena y el sonido hipnótico del mar.
Al día siguiente y con los primeros rayos del sol, algo me despertó no fue el sol en la cara, ni el agua que me mojara precisamente. Al frente mio se encontraba una mujer alta, con rasgos Europeos y un toque Argentino, quien con un suave golpe de pie me despertó Adelante mio la genial Chanti, una Belga, incansable viajera, con aventuras por gran parte del mundo, que el mas audaz de los viajeros gustaría de imitar. Me pregunta primero en francés y luego en un español con un marcado acento argentino, si me gustaría ir a su casa rodante que estaba cerca del lugar, allí podríamos compartir un desayuno y una buena conversación.
Caminamos por la playa, y finalmente llegamos a su famosa casa rodante, una inmensa Micro, adaptada para albergar a una familia. Estábamos ya en "El Bicho", que no dejo de sorprenderme por la alegría que irradiaba.
Y es así como después de un buen desayuno comienzo a integrarme con esta particular familia. seis anos de viaje llevan a bordo de esta maquina, recorriendo cada rincón de Latinoamerica y con su particular filosofía haciendo del viaje un estilo de vida.
Por un lado Matu, el esposo de Chanti, Argentino, buen conversador, el hombre de la casa, por otro, la pequeña Zaina, la hija que les vino como regalo del cielo durante su paso por Ecuador. he aquí los integrantes de esta particular familia.
Cerca de dos semanas permanecí en el bicho, disfrutando tranquila y lentamente cada día. Después de todo me encontraba con viajeros de largo tiempo, que adicional mente van haciendo el dinero para su sustento durante el camino. mucho que aprender tenia de ellos. sobre todo la tranquilidad con que ven la vida. Cada día era diferente, cada día era una jornada alegre. Durante las mañanas salia a recolectar cocos de las palmeras para compartir, durante la tarde aprovechaba de avanzar en mis lecturas del principito, y refrescarme en el mar, ademas de ir conversando e intercambiando experiencias con estos increíbles viajeros, con ellos conocí Cayenne y uno que otro lugar en las cercanías.
Para Chanti, Matu y Zaina un gran Abrazo.
Rumbo a la frontera
Después de este particular tiempo en el bicho, llego el momento del cual nunca gusto, pero esta siempre presente. El momento de partir y la despedida de los amigos.
Cojo mis cosas, y comienzo el lento camino a la frontera. Decido parar a echar un vistazo en Kourou. Pequeña ciudad, como todas en la Guyana. Pero con un pasado tétrico En esta, La gran mayoría de los primeros colonos europeos murieron de alguna enfermedad tropical, y a unos 15 km hacia el norte se encuentran las iles de salut, o islas de la salvación un pequeño grupo de tres islas conocidas por ser una cárcel en donde muchos presos políticos y de otra naturaleza vivieron sus últimos días en este mundo. al entrar en las islas se siente el peso del aire. Visito primero la isla Royale. Nada del otro mundo, una que otra construcción carcelaria, y centro administrativo de la prisión. Aquí se encuentra un buen museo que refleja la historia del lugar, unos simpáticos monos y unas lentas tortugas. En segundo lugar decido pasar a la isla Joseph. Bellisima isla. Aguas cristalinas, y palmeras rodean este lugar, que en su interior contiene un gran y tétrico cementerio con vistas caribeñas paradisíacas, y las ruinas de los que antes fuera la prisión Estar en este lugar no deja de ser especial, ademas de ir acompañado por una bella francesa, no dejan de impresionarme las ruinas, sobre las cuales la vegetación planto su lugar, y se apodero de cada rincón, para ir sumergiendo los restos dentro de una densa vegetación.
Sigo camino un par de días poco a poco comienza a aparecer el lado negro de la Guyana. La Guyana no deja de sorprenderme, definitivamente considero que no es un buen lugar para aprender Francés su diversidad cultural hace que muchos idiomas sean hablados en este lugar. debo batallar con el Francés el Creole, el Taqui taqui, La lengua de Laos y lenguas amerindias, afortunadamente aprendí a manejar bien el portugués que desde que entre a Brasil un par de meses atrás no he dejado de hablar.
En fin. A un costado del camino moran muchas familias, la mayoría antiguos descendientes de los Marronis, antiguos esclavos que huyeron a la selva para iniciar comunidades con tradiciones africanas, así también amerindios. En este sector del mundo se caracteriza por tener una de las tasas de natalidad mas altas. No es extraño encontrar familias con mas de ocho hijos. Muchos de ellos, tal vez por flojera o falta de oportunidades, deciden no trabajar, y vivir de los aportes del gobierno, los cuales les alcanza para llevar una vida con las condiciones básicas.
Y siguiendo inmerso en mis pensamientos, decido hacer una parada improvisada en Organabo para cubrirme del fuerte sol del medio día, no mas que un minuto de estar en el pueblo, se acerca un hombre, con rasgos conocidos y del otro extremo de América. Me pregunta de donde vengo, y al decir mi nacionalidad se alegra de sobremanera. Asi conocí a Miguel, Un peruano, empresario, viviendo en la Guyana hace ya quince anos. quien se sorprendió de ver un Chileno, ya que después de todo, casi no llegan por estas latitudes.
Me quede en la casa de el un par de días en Organabo, y luego un par de semanas en Mana, Lugar donde aproveche de descansar, y estudiar el francés En medio me hice el tiempo de visitar los lugares turísticos del sector y de juntar algún dinero extra para ayudar a estirar el presupuesto de viaje que llevo conmigo.
Cojo mis cosas, y comienzo el lento camino a la frontera. Decido parar a echar un vistazo en Kourou. Pequeña ciudad, como todas en la Guyana. Pero con un pasado tétrico En esta, La gran mayoría de los primeros colonos europeos murieron de alguna enfermedad tropical, y a unos 15 km hacia el norte se encuentran las iles de salut, o islas de la salvación un pequeño grupo de tres islas conocidas por ser una cárcel en donde muchos presos políticos y de otra naturaleza vivieron sus últimos días en este mundo. al entrar en las islas se siente el peso del aire. Visito primero la isla Royale. Nada del otro mundo, una que otra construcción carcelaria, y centro administrativo de la prisión. Aquí se encuentra un buen museo que refleja la historia del lugar, unos simpáticos monos y unas lentas tortugas. En segundo lugar decido pasar a la isla Joseph. Bellisima isla. Aguas cristalinas, y palmeras rodean este lugar, que en su interior contiene un gran y tétrico cementerio con vistas caribeñas paradisíacas, y las ruinas de los que antes fuera la prisión Estar en este lugar no deja de ser especial, ademas de ir acompañado por una bella francesa, no dejan de impresionarme las ruinas, sobre las cuales la vegetación planto su lugar, y se apodero de cada rincón, para ir sumergiendo los restos dentro de una densa vegetación.
Sigo camino un par de días poco a poco comienza a aparecer el lado negro de la Guyana. La Guyana no deja de sorprenderme, definitivamente considero que no es un buen lugar para aprender Francés su diversidad cultural hace que muchos idiomas sean hablados en este lugar. debo batallar con el Francés el Creole, el Taqui taqui, La lengua de Laos y lenguas amerindias, afortunadamente aprendí a manejar bien el portugués que desde que entre a Brasil un par de meses atrás no he dejado de hablar.
En fin. A un costado del camino moran muchas familias, la mayoría antiguos descendientes de los Marronis, antiguos esclavos que huyeron a la selva para iniciar comunidades con tradiciones africanas, así también amerindios. En este sector del mundo se caracteriza por tener una de las tasas de natalidad mas altas. No es extraño encontrar familias con mas de ocho hijos. Muchos de ellos, tal vez por flojera o falta de oportunidades, deciden no trabajar, y vivir de los aportes del gobierno, los cuales les alcanza para llevar una vida con las condiciones básicas.
Y siguiendo inmerso en mis pensamientos, decido hacer una parada improvisada en Organabo para cubrirme del fuerte sol del medio día, no mas que un minuto de estar en el pueblo, se acerca un hombre, con rasgos conocidos y del otro extremo de América. Me pregunta de donde vengo, y al decir mi nacionalidad se alegra de sobremanera. Asi conocí a Miguel, Un peruano, empresario, viviendo en la Guyana hace ya quince anos. quien se sorprendió de ver un Chileno, ya que después de todo, casi no llegan por estas latitudes.
Me quede en la casa de el un par de días en Organabo, y luego un par de semanas en Mana, Lugar donde aproveche de descansar, y estudiar el francés En medio me hice el tiempo de visitar los lugares turísticos del sector y de juntar algún dinero extra para ayudar a estirar el presupuesto de viaje que llevo conmigo.
Los ultimos dias en Saint Laurent du Maroni
Antes de arribar a Saint Laurent, el ultimo lugar a visitar en la Guyana Francesa, decido hacer una breve parada en Javhouey. Este pueblo es bastante particular, al menos para mi. Al igual que su hermano pueblo Cacao, esta poblado integramente por asiáticos Decido parar en este lugar pues era día domingo, y un pintoresco mercado se desarrolla al estilo asiático Después de tomar un par de fotos, comer una rica sopa de Laos con camarones, y comprar un poco de fruta, me dirijo rumbo al destino final. Saint Laurent.
Al llegar a este lugar, tomo rumbo a Balate, un barrio de Saint Laurent, en donde se encuentra la maravillosa Goulet. un restaurante instalado en un barco anclado a los margenes del rió Maroni. En el bicho conocí a Simón, un francés trabajador que vive en la Goulet quien hizo los contactos para que pueda alojar en este lugar y posteriormente en el club de kayak, en donde pude compartir un excelente tiempo con Alain, un francés aventurero de primer nivel, quien ha recorrido países de Europa del Este en bicicleta, así como adentrarse en las profundidades de la selva con su kayak.
Saint Laurent es una bella ciudad, llena de vida, de juventud y de bellas francesas, rodeada de una arquitectura bellisima, que trae a la mente la época colonial y los inicios de esta región de la Francia. En esta ciudad pude compartir bastante también con Andrea y con Matias, (tía y sobrino), dos chilenos en estas tierras con quienes pude compartir buenas fiestas, buenas conversaciones, y unos excelentes momentos.
Les mando un saludo a las personalidades de esta ciudad, Simon, Alain, Andrea y Matias.
Al llegar a este lugar, tomo rumbo a Balate, un barrio de Saint Laurent, en donde se encuentra la maravillosa Goulet. un restaurante instalado en un barco anclado a los margenes del rió Maroni. En el bicho conocí a Simón, un francés trabajador que vive en la Goulet quien hizo los contactos para que pueda alojar en este lugar y posteriormente en el club de kayak, en donde pude compartir un excelente tiempo con Alain, un francés aventurero de primer nivel, quien ha recorrido países de Europa del Este en bicicleta, así como adentrarse en las profundidades de la selva con su kayak.
Saint Laurent es una bella ciudad, llena de vida, de juventud y de bellas francesas, rodeada de una arquitectura bellisima, que trae a la mente la época colonial y los inicios de esta región de la Francia. En esta ciudad pude compartir bastante también con Andrea y con Matias, (tía y sobrino), dos chilenos en estas tierras con quienes pude compartir buenas fiestas, buenas conversaciones, y unos excelentes momentos.
Les mando un saludo a las personalidades de esta ciudad, Simon, Alain, Andrea y Matias.